Me desperté con el ruido de la ducha de Serva. Quise quedarme un rato durmiendo, pero ella solo se toma un par de minutos. De inmediato salió y comenzó a vestirse. Yo me levanté a regañadientes de la cama y me fui a duchar.
Nuestro baño era chico, pero cómodo y tenía todo lo que necesitábamos. Me gustaba el olor del jabón, sobre todo porque nos lo habían dado a elegir a partir de cinco otras opciones. A Serva no le interesan esos detalles, así que me dejó elegir a mí.
Luego de ducharme y despertar del todo, salí para secarme y vestirme. Nunca me gustaron los uniformes del colegio, pero los de cadete de Krux Tavoi eran muy elegantes; consistían de una chaquetita verde oscuro que me llegaba a las costillas, pantalones largos y gruesos del pecho a los tobillos, botitas negras y una corbata verde periquito.
Me puse el uniforme mientras Serva hacía su cama rápida y precisamente. Por Padre, que era eficiente esa chica ¿Por qué no me podía tocar una compañera de habitación menos talentosa? Me sentía como una bosta comparada con ella, en varios sentidos.
Me apresuré a cepillarme el pelo y hacer mi cama. La hice bastante bien, solo me quedaron algunas arrugas. Luego me giré y vi la de mi compañera; perfectamente hecha, sin relieves, como una habitación de hotel de lujo
—¿Cómo lo consigue todos los días?— me pregunté.
Ay, pero llegaba tarde al desayuno.
Me apresuré al comedor; caminé a paso veloz por los largos pasillos de la Academia hacia el primer piso. Ahí me dirigí al salón mayor, donde me encontré con cientos de personas sentadas y sirviéndose comida. La comida la ponían al centro de las mesas para evitar que perdiéramos tiempo en filas. Rápidamente me dirigí al lugar de siempre, donde mi equipo me esperaba.
Al acercarme, Cecil me mostró un espacio junto a él mientras Gretos y Veraz discutían. Cecil era un volir de piel azul y melena corta. Era atrevido e inteligente, con una gran habilidad para deslizarse y robar cosas. Gretos era un sirivi de piel gris verdosa, alto y flaco como todos los sirivis. En verdad su nombre era Gretenos, pero todos le llamábamos Gretos por cariño. Veraz era un pico grande y robusto de hermosas plumas rojas. Le gustaba hablar de entrenamiento y peleas y quién era el más fuerte, pero también era un chico muy recto y honorable.
"¿Qué hay de mí? ¿No me vas a presentar a mi?" alegó Brontes.
Ay, disculpa, se me olvida que tú puedes ver la narración.
El que acaba de aparecer es Brontes, mi múnima. Es un príncipe sirivi que murió hace miles de años y devoró incontables almas a través de las eras para volverse un espíritu poderoso. Sin embargo, como no tenía un cuerpo físico, estaba anclado al lugar donde murió: una zanja en uno de los desiertos de Nudo, por el lado del imperio noni. Luego, cuando yo pasé por ahí, Brontes intentó devorar mi alma y la de mi compañera, pero al final nos hicimos amigos y desde entonces reside en mi pecho, en una marca con la forma de un colmillo. Es un amor, este Brontes.
La comida para el desayuno era abundante, suficiente para satisfacer a seis nonis. Yo me serví un pan con huevo y queso, y una taza de leche con chocolate. Tuve que comer rápido, porque nuevamente llegaba tarde y apenas tenía unos minutos para tragar.
El timbre sonó mientras devoraba mi pan. Me metí el resto a la boca y me apresuré a pasarlo con leche mientras mis amigos se ponían de pie.
—Vamos, Lili. No te quedes atrás— me molestó Cecil.
Me pasó una mano por la cabeza como despedida. Quise alegar que me esperaran, pero no podía hablar con la boca tan llena ni aunque lo intentara. Me puse de pie aún masticando y eché a andar tras ellos.
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La Helada Garra de la Muerte
AdventureSecuela de De las Sombras al Corazón. La Helada Garra de la Muerte continúa la historia de Liliana poco tiempo después del final del libro anterior. Esta vez, deberá probarse y entrenar para convertirse en una sombra.