Agarré las muletas de nuevo y me levanté de la silla, maliciosamente.
Lisa me miró mal y levantó una ceja.
—Sabes como se pone mi hermano cuando no le obedecen.
—A mi me importa una mierda tu hermano.
Suspiró y negó con la cabeza.
—¿Sabes qué? Haz lo que te dé la gana, porque aunque te diga que no, lo vas a hacer.
Sonreí y comencé a andar (o a intentarlo) y me acerqué a donde estaba entrenando el chico con otro entrenador distinto a Rob.
—Hey, ¿qué tal? —dije para que ambos notaran mi presencia.
Los dos miraron a la par hacia mí.
—¿Y tu eres...? —preguntó el chico con media sonrisa.
—Alguien que no te importa, Leo. Te dije claramente que nada de distracciones en forma de chicas. —respondió el entrenador a la pregunta del chico.
—Mi nombre es Leah.
Le ofrecí la mano en modo de saludo, y, cuando la agarró y pensé que iba a agitarla, hizo algo que no me esperaba. La besó y sonrió sobre mi piel.
Pero, ¿qué cojones había sido eso?
—Me llamo Aedus, pero me puedes llamar el amor de mi vida, eso ya lo decides tú —pronunció con una sonrisa coqueta.
Ash, este chico ya me comenzaba a cansar, siempre sonriendo. Solté una pequeña carcajada —un poco falsa a mi parecer— y señalé con mi cabeza el sitio donde se encontraba mi amiga.
—Bueno Adeus —su voz me interrumpió.
—Es Aedus, Leah, Aedus —volvió a repetir.
Mis mejillas tomaron un rojo carmín y sentí que comenzaron a arderme de la vergüenza.
—Perdón —solté una risilla nerviosa—. Cómo decía, ha sido un gusto conocerte Aedus, pero me tengo que ir con Lisa. Hasta la próxima.
Él simplemente sonrió, como llevaba todo el tiempo haciendo, y se dió media vuelta para marcharse. Yo imité su gesto.
Cuando llegué, me senté y suspiré.
—¿Y bien?
—Nunca más me vuelvo a acercar a ese idiota, se le nota a lenguas que liga con cualquiera. —rodé mis ojos.
___
Íbamos de camino a mi casa, y mi queridísima compañera había insistido en volver a quedarse. Y, ¿qué hizo su hermano? Autoinvitarse a nuestra "pijamada", si es que se le podía llamar así.
Se duchó en el baño del gimnasio, y, como traía ropa cómoda de recambio justo para eso, le daba igual no tener pijama. Llegamos y me senté en el sofá con Lisa.
El pié comenzó a picarme mucho. Ash, no podía más.
—¡A la mierda! —grité.
Fui cojeando hasta la cocina y cogí una tijeras, para después volver al sofá.
Los hermanos me miraron raro.
—¿Qué coño vas a hacer, Leah? —preguntó Aiden.
Le ignoré y corté un trozo de la venda, pero, cuando iba a seguir cortándola alguien me lo impidió.
—¿Estás loca o qué? Además de pesada, mal de la cabeza. Que buena amiga te has buscado. —le comentó a su hermana.
Fruncí el ceño, enfadada.
—Devuelveme las tijeras. Ya.
Negó y colocó las tijeras encima de un mueble que yo no podía alcanzar.
Con lo baja que eres, pocos puedes alcanzar.
UGH, comenzaba a cansarme su comportamiento.
Como no iba a dejar que se saliese con la suya y mi enfado era muy grande, agarré ambos extremos del poco de venda que había cortado y la terminé de romper con las manos. Así, a lo bestia.
Dejó caer su mandíbula, impresionado.
—Bruta. Me van a salir canas por tu culpa.
—Nadie te dice que te preocupes por mí.
—¿Por qué eres taaaaaaan molesta, pesada y cabezota?
Lo ignoré y me rasqué la zona que me picaba anteriormente.
Me percaté de cómo se encontraba mi pié después de eso. Dios, no debería de haberla quitado. Estaba muy morado aún.
Planté el pie en el suelo para ver si dolía mucho, y, con todo el orgullo del mundo, me guardé el chillido que casi se me escapa. Anduve hasta la cocina, después a mi cuarto, después al baño, y así repetidamente. A pesar del dolor tan grande que tenía anteriormente, poco a poco me fui acostumbrando de nuevo a andar, hasta tal punto de que el dolor desapareció.
Miré la hora. Estaba hambrienta.
—¡Leah, vamos a pedir algo de comer! ¡¿Qué quieres?!
Me gritó alguno de los dos —no reconocí la voz— desde la sala de estar.
Fui hasta allí y Aiden me miró negando, en desacuerdo con que me hubiera quitado la venda.
—¿Sushi o kebab? —me preguntó Lisa.
—Kebab, siempre kebab.
Sonrió y llamó por teléfono, haciendo el pedido.
Pedimos la comida a las siete (mientras que llegamos y nos pusimos cómodos, pasó una hora), y llegó a las ocho y cinco.
Un poco temprano para comer, sí, pero nosotras llevábamos desde el día anterior sin probar ni un bocado de comida.
Nos sentamos al rededor de la mesa —bastante pequeña— en el suelo, ya que con las sillas no alcanzábamos.
A mitad de la cena, Lisa se levantó.
—Voy al baño, ahora vuelvo.
Asentí, al igual que su hermano, y seguí con mi labor.
—Tienes una gota en el labio.
—¿Dónde? —pasé mi lengua por mis labios, intentando limpiarlos.
—Justo aquí —dijo mientras acercaba su mano para limpiar la mancha de salsa.
Mi respiración se cortó en el instante en el que sus dedos tocaron la comisura derecha de mi boca. Tragué lo que tenía en la boca y mis latidos comenzaron a acelerarse.
Miró por encima mía y se apartó rápidamente.
—No había papel higiénico, os llamé a alguno de los dos para que lo tragérais y no me habéis oído.
—Perdón, estaba muy distraída.
—Con el kebab —añadió Aiden con una maliciosa sonrisa.
—Exacto, con el kebab.
Demonios, ¿qué había sido eso?
A.G.
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𝐌𝐈 𝐂𝐀𝐏𝐔𝐋𝐋𝐎 | Aiden Walker
Teen FictionUna noche de otoño dos caminos de cruzaron; la luz y la oscuridad, creando así un solo camino. Un camino por el que ambos pasarán hasta volver a separarse. Y, quizás tarden en hacerlo, pero, al fin y al cabo no podrán seguir juntos toda la eternida...