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El escenario se esfumó construyendo uno nuevo, ahora se situaban  en el interior de un hogar, siendo más específicos era la sala de estar decorada con los mejores accesorios de hogar y siendo muy acogedora.

Ahí estaban James y Dante sentados en el cómodo y elegante sofá.

Verena, al ver a su hermano James, arqueó sus cejas respirando un poco agitada. El moreno se puso de pie y la ayudó a hacerlo también.


– Ese sujeto es demasiado listo. – comentaba el erizo blanco – No deja señales de nada y tampoco deja pistas tras matar a alguien. Asesinó a nuestra mama (mamá) directo al corazón.

– Tiene sangre fría. – comentaba el gato naranja sin importancia.

– Sí, la verdad es que sí. – suspiraba – Tikal teme por la seguridad de todos...

– Tendrán que quitarla del puesto.

– Eso no va a pasar, está haciendo lo que puede. – defendía – Aun está  buscando a Shadow, además, ¿A quién crees que escojan para tomar su lugar, Dante?

– A mí.

– ¡Pff! Sí, claro. – reía – Hay que tener en cuenta que el puesto sigue siendo para Shadow... Pero tampoco hemos logrado rescatarlo. – suspiraba – Sobre todo a nuestra hermana...


Notó que su hermano mayor comenzó a moverse y volteó a verlo de manera automática. Frunció el ceño y bajó un poco la guardia, Dante se estaba colocando su traje negro y su máscara.


– ¿Dante? – no dejaba de mirarlo – Espero que se trate de una maldita broma...

– Eres el hermano mediano. – mencionaba – Tienes la facilidad de lograr notar como son tus demás hermanos y sabes perfectamente que yo siempre hablo en serio. – lo miró – Yo seré el siguiente mfalme de Tumaini.

– Mataste a nuestra mama. – decía con gran molestia – ¿Pretendes matar a Tikal? ¿¡Solo por el maldito puesto!?

– Bingo. – reía un poco.


Unos pasos se aproximaban a ellos, James volteó y abrió los ojos llenos de sorpresa.


– ¿Verena? – sonreía – ¡Verena! – solo que dejó de hacerlo al verla con la expresión fría, nada común en ella – ¿Qué fue lo que le hiciste, idiota? – apretó los puños.

– Liberé su potencial. – respondía sin problema – Es de mis mejores armas.

– ¡Es tu familia! – reclamaba – ¡Es tu propia hermana! ¡Maldito enfermo!


Giró y comenzó a correr para ir a alertar a todos, quería anunciar que había encontrado al responsable y que se trataba de su propio hermano.

De la nada, se detuvo con brusquedad perdiendo casi el equilibrio, empezó a sentir frío y miró sus pies que estaban cubiertos de hielo que le impedían moverlos. Entró en pánico que trataba de liberarse, solo que su pequeña hermana llegó y él la miraba lleno de terror.


– Verena, por favor...


Ella colocó su mano sobre el pecho del erizo, justo donde estaba el corazón y comenzó a congelarlo. Todo su cuerpo se volvió azul y sus ojos rojos.

Aún no se perdonaba por matar a su propio hermano, tan solo apartó la vista comenzando a derramar lágrimas y el moreno la abrazó con fuerza sin apartar su vista hacia aquel gato naranja que alguna vez fue su amigo.

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