23. La carta prometida

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Poppy Pomfrey arregló la nariz de Lucy en  un santiamén, y logró restaurar sus dos costillas rotas. También curó a Harry, que se había fracturado el cráneo y aún no estaba despierto, de modo que pasaría la noche en la enfermería.

—Y tú también te quedarás aquí, Weasley.

—¡Pero señora Pomfrey, es mi cumpleaños! —protestó la pelirroja—. No he abierto mis regalos, y seguramente haya cartas para mí...

—Lo siento, pero tendrán que esperar —dijo la enfermera—. Tu salud es lo primero.

—¿Dejará al menos recibir visitas? —preguntó Ron. La señora Pomfrey se quedó pensativa, mirando las caras pecosas y suplicantes de los Weasley. Soltó un suspiro.

—Está bien. Pero que no molesten a Potter.

Los primeros en entrar fueron los miembros del equipo de quidditch de Gryfinndor, entre los cuales no se encontraba McLaggen. Jimmy Peakes echó a correr hacia Lucy en cuanto entró en la enfermería.

—¡Lucy, lo siento! —exclamó con voz llorosa. A lo lejos, la señora Pomfrey lo mandó callar. Por sus ojos rojos, estaba claro que había estado llorando antes de entrar—. Lo siento mucho, no debí dejar que McLaggen me quitara el bate, yo...

—Jimmy, no pasa nada. —Lucy le limpió una lágrima que se le había escapado—. Esto es culpa de McLaggen, no tuya. Él ya es mayorcito como para saber que tiene que mantenerse en su puesto y dejar a los demás trabajar. —Le sonrió de forma tranquilizadora—. Tú lo has hecho muy bien hoy, y eso merece un buen helado.

Jimmy se sonrojó un poco, y acabó por sonreír ligeramente, un poco más tranquilo.

El equipo estaba muy molesto con McLaggen, y aunque todos sabían que Harry debía hablar con él, Ginny ya se había encargado de soltarle un par de cosillas.

—Y porque Dean no me ha dejado seguir —bufó la pelirroja, que no dejaba de mirar a Harry de reojo con angustia—, pero, si no, se hubiera llevado tortazos a parte de insultos, el muy idiota.

—Ojalá haber estado para decirle unas cosas yo también —murmuró Ron de mala gana.

Gimny le dio a Lucy una tarjeta de cumpleaños que ella misma había dibujado; a pesar de que el dibujo no era precisamente lo suyo, se notaba el esfuerzo en su ilustración de ella misma en compañía de su prima. A Lucy le pareció una tarjeta preciosa.

Después de que todos volvieran a felicitar a Lucy por su cumpleaños, se vieron obligados a salir de la enfermería. Unos minutos después, entraron Neville, Seamus y Hermione, que venían acompañados de Pelos. Hermione, que para sorpresa de todos había saludado a Ron muy cordialmente, dejó al conejo sobre el colchón, y él se acercó a Lucy para acurrucarse a su lado.

Me has dado un susto, tonta —le dijo Pelos. La pelirroja sonrió y le acarició el pelaje blanco.

—¿Te encuentras mejor, Lucy? —preguntó Hermione, preocupada—. ¿Y tú, Ron? ¿Cómo estás?

—Mejor —contestaron los Weasley a coro, y Lucy siguió hablando, mirando a Neville—. Le has echado una buena reprimenda a McLaggen, ¿eh? Ha sido genial.

—Sí, bueno... —Neville sintió que se le encendían las mejillas—. Es que ha sido un irresponsable, y por su culpa Harry y tú estáis aquí... No sé, ¿creéis que me he pasado?

—De eso nada, Nev —replicó Seamus, dándole unas palmaditas en la espalda—. Has estado estupendo. Y ahora, ¡mira esto, Lulú! ¡Te traemos regalos!

Lucy dio un ligero bote en la cama y sintió pequeños pinchazos en el pecho, pero no les dio importancia. Abrió primero el regalo de Hermione, que, cómo no, era un libro: "Oliver Twist". Por su parte, Seamus le regaló un bonito estuche de acuarelas, y Ron, un cuaderno nuevo de dibujo. Neville, por otro dado, traía una cajita que contenía un collar de cuentas con muchos colores.

Lucy Weasley y el Príncipe Mestizo ✔️ [Lucy Weasley IV]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora