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Una latente inocencia.
El único recuerdo que se mantenía claro en mi memoria sin importar cuántos años pasase, era el de nuestra latente inocencia. Tan ajenos del mundo, tan propios a nuestros pensamientos y al mismo tiempo tan débiles y vulnerables ante todo.
La niñez hoy en día solo se siente como una tonta fantasía o un escenario irreal, y fue hace tan poco que me hace sentir una profunda melancolía de lo rápido que pasa el tiempo. Abrir y cerrar los ojos, jamás sentí que te podía costar tan caro.
Frustrado y agotado, así se siente crecer.
—¿Otra vez reflexionando de más sobre la vida? —elevé mi mirada hasta que chocó inevitablemente con la de YoonGi, que al verme en mi decadente aspecto solo pudo sonreír. —Superalo, HoSeok.
Reí igualmente al saber que era incapaz de hacerlo, de dejar de lado la filosofía que rodeaba mi vida y de no refutar cada vez que algo me parecía improbable o inconsistente, según mi punto de vista. No pensar en las cosas dos veces o ignorar algunos detalles de lo que me rodeaba la mayoría del tiempo parecía un verdadero reto.
Aún así y a pesar de las insistencias de mi cabeza por continuar con mi festival de desolación y pensamientos sin sentido, esta vez traté de seguirle la corriente a mi mejor amigo y su rejada aura de: me importa una puta mierda que suceda. Después de todo YoonGi sabía perfectamente como ignorar al resto del mundo, una extraña paz que había aprendido a dominar al punto de la perfección.
Y vaya que yo lo sabía.
Yo sabía todo de YoonGi.
No había nada que ese alfa de cabello cobrizo pudiese hacer antes de que yo ya lo hubiese anticipado, no es que YoonGi fuese predecible, al contrario, pero el no podía competir contra mi particular y muy original don de ser perspicaz, eso y que lo conocía como a la palma de mi mano.
—Lo siento, ya. Muchas cosas.
—¿Piensas de nuevo en lo del clan? —una sonrisa se dibujó en sus labios, sorna, podía reconocerla.
—Por favor, no me lo recuerdes.
Hice un rápido movimiento para distanciarme de él, dándole la espalda y recargando mi cuerpo sobre la barandilla del balcón de mi habitación, el sitio en el que más nos reuníamos.
Mis manos pasaron por mi rostro y en mis palmas ahogué un par de muecas, mi mente estaba llena de suficientes cosas que vivían los chicos de mi edad como para también ponerme a pensar en cuestiones políticas y del clan, que de por sí ya me tenían la cabeza destrozada. No hay que ser un experto para deducir que 21 años eran demasiado pocos para vivir así.
—Hobi. —me llamó una vez más, en esta ocasión por ese cursi apodo que me costaba tanto admitir que adoraba. —No me encanta preocuparte, pero- JiMin cumplirá 18 en 4 días. Le tocará elegir un alfa.
