Cuando era pequeño vivía en el campo con mis abuelos, ya que me quede huérfano a los 2 años por un accidente de coche en Tarragona. Teníamos una cabaña de madera en el sendero del Alcázar de Alfarais. Allí pase los mejores años de mi vida. Teníamos la furgoneta de mi abuelo para bajar al pueblo que estaba a 4 kilómetros del sendero. También teníamos un caballo llamado Lamo, y un pastor alemán llamado Manel. Al ir al colegio iba con mis amigos de ese momento en bicicleta, como iban todos los del alcázar para bajar al colegio o instituto, ya que los mayores trabajaban en el campo de la sierra de Alfarais, y no nos podían bajar. Al salir de la escuela nos comprábamos un bocadillo en la tienda de Mariana, y nos íbamos a esa pradera donde la hierba relucía color verde y el sol nunca se iba. Echábamos la manta y nos comíamos el bocadillo lo mas rápido posible para jugar después en la pradera. Unos echaban partidas de cartas o ajedrez, otros jugaban a fútbol, otros saltaban a la comba,... Aquella pradera era la maravilla de todos, pasábamos la tarde ahí hasta que nuestros mayores volvían del campo después de trabajar durante 14 horas sin parar. Mi abuelo siempre me hacia mi plato preferido, que era la crema de verduras, mientras que mi abuela preparaba el cuento para antes de dormir. Y al día siguiente lo mismo, y aunque parezca aburrido ahora, a nosotros nos encantaba estar en la pradera todos los días con nuestros amigos hasta que el sol se pusiese. Todo cambió cuando fueron ofreciendo a los mayores nuevos puestos de trabajo que hacían cambiar de casa, y ahí fue cuando mis amigos se empezaron a ir de Alfarais a vivir una nueva vida. Al cabo de un año de 27 niños terminamos siendo 6. Mariana cerró el puesto de bocadillos porque le ofrecieron trabajo con mejor sueldo en Marbella y no tuvo otra opción por temas económicos. Alfonso, el director y único profesor del instituto le entro cáncer de pulmón y tuvieron que cerrar permanentemente el colegio, por lo que no teníamos educación mientras estuviésemos allí. A la madre de Antonio, mi mejor amigo, le tocó la lotería y se fueron a vivir a Francia, mientras que la ultima niña que quedaba en la villa, Nerea, se tuvieron que ir por problemas económicos al igual que Mariana. Total que mis abuelos y yo nos quedamos solos en el pueblo. A mi abuelo le dio un infarto en el campo trabajando y mi abuela se fue con él. Me quede solo en el pueblo hasta que vinieron unos hombres para llevarme a un orfanato de Huelva. Allí me adoptaron una pareja de ricos y estuvimos viviendo en Punta Umbría.