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Antonio guardaba un trozo de vidrio verde, altamente brillante. Aunque no se ve qué es, bien recordaba lo que había en él y sobre el don de su tío. Cada vez que tenía una visión, ésta se plasmaba en un vidrio rectangular, en un verde fluorescente, y en él se mostraba el evento que se aproximaría
- De todas las visiones que tenía Bruno, recuerdo, una que le generaba dolores de cabezas. Y si, no a todos les hubiera agrado saberlo. A ninguna familia. Tenía sus miedos, obviamente, imagina volver a perder todo lo que en poco tiempo estaba recuperando. La felicidad de sus hermanas, su madre, muchos de los aldeanos que aún le guardaban cariño, su torre... Pero lo peor es que no tenía una visión aterradora, eran dos. Era mucho para él.
Un día, yo paseaba por toda la casa con Tomi, mi gran amigo jaguar. Corría mientras saltaba con él, subía y bajabas escaleras (a escondidas de la abuela). Hasta que en un momento caí porque no se sujeté bien. Terminé en la entrada de la puerta de mi tío Bruno, que estaba entreabierta y también había una línea de luz verde que pude observar de lejos. De a puntitas de pie logré entrar. Nunca vi una habitación tan grande, tranquila y fría en mi vida. Un escalofrío me corrió en el cuerpo.
Seguí la luz y la encontré. Un pedazo de vidrio, a medio astillar, pero la imagen no se me va de la cabeza. Los vi a ellos, abrazados, y por detrás, como efecto de movimiento, una sombra negra, venía y desaparecía. Pero escuché a alguien entrar, corrí debajo de la cama, no me di cuenta de dejar ese vidrio donde estaba. Me lo traje conmigo. Era Bruno que venía sollozando, tirándose a la cama. Me quedé estatua, creí que se me iba la vida con el retumbar de la cama arriba mío. -
- ¿Por qué? – se preguntó dos o tres veces, voz baja.
Escuché a alguien más entrar. Mi pequeño corazón corría como ardillas en los bosques. Era Mirabel. Venía corriendo tras él.
- Bruno, ¿qué sucede ahora? – recuerdo esos diálogos, mientras el terror me consumía. Tomi me estaba buscando afuera y sí tenía buen olfato. Por suerte, Mirabel cerró la puerta de un manotazo.
- No lo entenderías- le decía él, sentándose en la cama, parecía escuchar secarse las lágrimas con un pañuelo. Lo poderoso que sería que cada vez que él hablaba, más arena caía. Jamás vi un espectáculo como aquél.
- Si lo entenderé, lo prometo. No quiero verte así. – vi cómo se sentaba a su lado. Y ahí recordé que tenía en mis manos el vidrio, que aún brillaba. Más me alteré. Traté de soltarlo suavemente. Por suerte, no me oyeron.
- Mirabel, no... no podrás. No entenderías lo que sucede. Es que... bueno...verás que... – Mirabel escuchaba, se aproximaba cada vez más a él. Vi como sus piecitos se juntaban, uno detrás del otro.
- Tranquilo. Respira hondo. – No sé qué sucedió allí, deduzco que fue un beso, y bien largo. No los escuché más, sólo escuchaba el ruido de labios moviéndose, pero mis ganas de salir se apoderaban de mí. No había ninguna oportunidad. Gracias a todos los santos del cielo, abuela Alma llamó a Mirabel.
- Bruno, volveré, volveré por ti. Por favor, espérame. – le suplicaba.
- De acuerdo – ella partió corriendo, con la misma energía de siempre. Yo la miré por debajo, suerte de no haberme visto. Fui presa fácil a la vista. Tío Bruno, por otro lado, se acurrucó para dormir, pero antes, con su mano bajo la cama estaba buscando algo. Claro, buscaba el vidrio. Se lo alcancé sin que se diera cuenta. Nuevamente, me faltaba el aire, hasta que se rindió, se volvió a acomodar en su cama y escuché cómo respiraba pesadamente, y el ronquido llegó. ¿Ronquido dije? Era el sonido de una rata durmiendo. Despacio, me deslicé, corrí a la puerta, Tomi se había ido, pero corrí como nunca antes para que nadie me viera.-
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Hasta Nuestro Último Día
RomanceLucas, el hijo de Dolores, está a punto de escribir una novela romántica. Antonio, su tío, lo ayuda contando una historia que él conoció y vio en vida propia y cómo sufrió hace diez años...Un amor imposible pero poderoso nació entre dos personas de...