CAPÍTULO 10: El Quiebre

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                  Lucas se quedó maravillado con la historia que venía desarrollando. Podía imaginarse los eventos a la perfección, aunque eso costó un mar de melancolía y angustia de parte de su tío, quien entonces era un niño inocente y que no entendía mucho de ese juego de amar y ser amado. Su libretita azul pronto se quedaría sin hojas, de tantos detalles, para que ninguno se le escapara de su mente al olvido.

                  Mientras, en su habitación, Antonio se recostó mirando el atardecer sin antes sacar su hermoso tigre de peluche amarillo, con bordados hechos delicada y prolijamente con formas de flores rosas. Recordó todo lo que Mirabel le decía cuando se lo obsequió. Fue la noche que él recibiría su don, habiendo una incertidumbre creciente en el entorno familiar. "Mira lo que eres, no lo que puedes hacer. Con o sin don, tienes a una familia que te ama, Toñito". Todavía tenía su fragancia floral, tan viva como si fuera ayer que su rocío cayera sobre el muñeco. A medio dormir, su mente relámpago lo zambulló en aquel día, que Mirabel y Bruno estaban separados, pero juntos.

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                  Abuela Alma fue en son de paz a ver a su nieta a su habitación. Mirabel dormía con sus ojos hinchados, de tanta angustia e ira que ahora se hallaban en su almohada. Entró suavemente, son una taza de té, endulzado con miel.

- Mirabel, despierta – susurró ella, contemplando su hermosa nieta que, con el pasar de los años, pudo ir reconstruyendo su relación. Mirabel despertó, confundida, la habitación se encontraba a oscuras, porque se había olvidado de abrir el cobertor de la ventana la noche anterior. Sin responder, hundiendo su mirada al techo, trajo a memoria lo sucedido anoche. Esperaba que fuera todo un sueño.

- Abuela, ¿es real? – preguntó. Alma malinterpretó el mensaje: creyó que se refería a lo de Andrés, sin saber lo de Bruno.

- Mijita – sonreía – hoy es un día especial. Él te espera, para que pases el día con él. Debes conocer su familia.

- Ah... oh – sí. Era real. Todo fue real. La invitación de Andrés, los secretos de su tío. Todo. – me prepararé – se sentó en su cama, mirando al piso, angustiada, penosa...

- ¿Qué pasa bella mía? – llevó sus manos a la cara de la joven, dirigiendo su mirada, pero Mirabel no la miraba. - ¿qué te preocupa?

- Nada abuela. Es que... tal vez... ¿será realmente el tiempo? –

- Tranquila. Nadie te dice que aceptes. Puedes decirle que espere un poco. Ha pasado todo muy rápido para ti, ¿verdad? – Su rostro parecía más de espanto que de tranquilidad. 

- Puede ser... - Mirabel cayó en un abrazo.

- Tranquila – replicó su abuela cuyas palabras fueron de agrado a su nieta.

Mirabel se preparó, tomó su té y un par de buñuelos y partió al encuentro con Andrés

- ¿Despertaste a tu tío? – preguntó Julieta. Mirabel no detuvo su marcha. Se coloco su bolsito de tela negra y prepotente contestó:

- No. Ya lo hará él. Tal vez una visión suya lo haga por mi hoy – Julieta quedó callada. No esperaba semejante respuesta.

                 Mientras tanto, en la habitación de Bruno, él se hallaba dormido. El cuarto estaba más oscuro de lo normal, más frío, pero ahora húmedo. La arena no caía libremente como otras veces. En más, gran parte de ella se arrastraba por las paredes rocosas y otra parte estaba grumosa de tanta humedad. Bruno no respondía hasta que una gota de agua cayó sobre su cabeza desde el techo. Al moverla, sintió un dolor gigante, como si de una piedra le tiraran. No se pudo mover más que ponerse boca arriba. "Debe ser un sueño. Dios, debe ser una pesadilla." Pensó por dentro, mientras sentía su corazón doler.

Hasta Nuestro Último DíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora