Juegos de amor

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“Lo tuyo es blanco y negro, señales que no entiendo”

“Lo tuyo es blanco y negro, señales que no entiendo”

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La casa de Jiminie es perfecta. Ni pequeña ni grande, simplemente tiene el espacio necesario para tres personas. Es decir... dos habitaciones, cocina, comedor y un living acogedor.

No paré de demostrar mi admiración por la vivienda hasta el momento en que su madre, en espera de que su hijo le trajera unas carpetas de su habitación, me dijera algo que me hizo cerrar la boca de una vez por todas.

—YoonGi, cállate. Parece que te gusta más la casa que mi propio hijo.

Mi cerebro dejó de funcionar por un momento, las ganas de alagar la casa se esfumaron por completo, y se me hizo una laguna en la mente. ¿Eso que acababa de oír, era real? ¿O solo se trataba de que entendi mal?

Esa mujer que sonreía a mi lado, en menos de una hora de conocerme, no podía haber percibido que yo con su hijo tengo un trato... especial. No, definitivamente no.
Lo más probable es que ella se estuviera refiriendo a que me gusta más la casa en comparación con su hijo, a quien supongo, ¿no le agrada tanto la fachada...?

Las pisadas de mi amigo en las escaleras me hicieron voltear para verle bajar con rapidez los escalones que me parecían diminutos y peligrosos.

—Aquí tienes mamá—le entregó dos carpetas, una azul y otra de color rosa.

La mujer le agradeció besando su frente, y sonrió en mi dirección.

—¿Vas a quedarte para la cena, YoonGi?

Bueno, no me lo esperaba en absoluto.

—Oh, me encantaría pero no puedo. No hay luz en la cuadra de mi casa y...—mis ojos se cruzaron con los de él—, papá no m-me deja regresar solo.

—¡Nosotros te podemos llevar!—se apresuró Jimin—, solo avisale a tu padre para que no se preocupe.

Asentí con la cabeza, aceptando la invitación un tanto sonrojado.

El juego, elegido por mi, era uno de luchas donde los participantes escogían el personaje que deseaban y, obviamente, peleaban en un ring

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El juego, elegido por mi, era uno de luchas donde los participantes escogían el personaje que deseaban y, obviamente, peleaban en un ring.

Habíamos quedado en que el personaje que Jimin había escogido no podía utilizar trucos y/o armamento que el mío no tuviera, pero estaba tan concentrado en querer defenderme que no me di cuenta en el momento que él comenzó a utilizar una espada hasta que miré el marcador de vidas de mi luchador.

—Jimin, no, no, eso es trampa—lo empujé con mis dos pies, haciendo que cayera de la cama sin querer. Solté sin pensarlo dos veces el joystick, asustado—, ¡ay  lo siento, perdón!

Pensé que se había lastimado o algo y al no ver que se pusiera de pie me bajé de la cama y me arrodille a su lado. Se cubría el rostro con uno de sus brazos, y no sabía si estaba bien tocarlo o qué demonios hacer.

» —¿E-estás bien? ¿Te hice daño? ¿Te duele algo?

En busca de observarle más de cerca, por si acaso, mi rostro quedó a unos treinta centímetros del suyo. Y no me pregunten cómo, pero de un momento al otro con las dos manos me tomó del cuello de mi camisa y me acercó peligrosamente a él.

—¡Eres un... un...!

—Ten piedad de mi—supliqué, viendo pasar toda mi vida frente a mis ojos. Porque si bien el no se mostraba enojado, la molestia en su voz era palpable—, no fue mi intención...

Me tiró más cerca de su propio cuerpo, casi quedé recostado sobre él porque nunca fui bueno haciendo flexiones.  Mis brazos estaban temblando, solo bastaba que él me soltara y caería sobre su pecho.

—Te pegaría pero tu cara es muy bonita para arruinarla asi.

—Ji-jimin—murmuré avergonzado—, pe-perdóname.

—¿Acaso puedes actuar más lindo?—me sonrió, para acto seguido, morderse el labio inferior.

Mi corazón se desesperó en ese momento, me daba la sensación de que saldría de mi pecho en cualquier momento. Pero no quería morir aún, ¡no puede ser mi hora, menos por un ataque al corazón! Lo peor, es que la culpa la tendrá Jimin en ese caso.

Ah~ Jiminie-ah, no me hagas nada por favor—con mis labios formé un puchero, mientras hablaba con una voz mucho más aniñada y tierna de la habitual—, ¿por favor? ¿Si? Si~

En otra ocasión, hubiese vomitado hasta dos días enteros.

En mi vida hice aegyo, ¡¿como se me ocurría hacerlo en este momento?! Ah, por dios Min YoonGi, eres genial.

—De-descuida, yo-yo...

—¿Estás bien?

Me empujó hacia arriba para ayudarme a enderezarme y como si hubiera tomado diez latas de energizantes se puso de pie. Aun arrodillado en el suelo, ladeé la cabeza y lo miré confundido, parecía nervioso y de repente actuaba tonto.

—S-si, solo... ¡ya regreso, iré al baño!—y antes que pudiera decirle nada, salió corriendo fuera de la habitación. Dejándome a mi tan confundido, ahora sentado en medio del suelo junto a su cama.

¿Por qué cuando me acerco juegas, ries y luego te vas?


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𝗦𝗲𝗹𝗰𝗼𝘂𝘁𝗵 ミ 𝗝𝗶𝗺𝗦𝘂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora