Parte 1

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Era un día común en un lugar tan común que el aburrimiento sobrepasaba los límites de lo tolerable.

En una secta distinguida y respetable se encontraba un líder de secta con ceño fruncido y facciones frenéticas. Cualquiera diría que estaba enojado (y eso pasaba bastante) pero aquellos que lo conocían (si es que existía alguien así) sabría qué simplemente esa era su expresión. Tal vez desde que empezó todo, no lo era, pero la costumbre hace varias cosas en las personas que se someten a ella.

Se encontraba concentrado escribiendo y leyendo cartas de diferentes lugares de su dominio, algunas pidiendo ayuda, otras con los presupuestos, o las que solo eran reportes sobre acontecimientos relacionados al peligro o al mantenimiento de un pueblo que exigía prosperidad y seguridad.

Eran simples tareas diarias, las comunes, para ese día igual de común.

Aunque, en cuestión de segundos, todo cambio.

Un discípulo de aquella prominente secta llegó corriendo a aquella oficina donde se encontraba su líder, viéndose frenético y ansioso por expresar las nuevas noticias. Su mensaje era claro "El Patriarca Yiling" y solo eso basto para que la prominente figura de morado impusiera autoridad y se notara su presencia y personalidad. Un chasquido y una pequeño rayo púrpura a un costado de su cuerpo avisaría que no estaba desarmado y que, para aquellos que lo vieran de lejos, temblaran con temor a sufrir de esa extraordinaria, pero terrible, arma espiritual.

Claro que esto era para los que no lo conocían, para los que sí (y repito, si es que existiera alguien) sabrían que solo fue un acto nervioso y ansioso, por el simple hecho de escuchar nuevamente noticias de su ex-hermano, después de haber pasado casi medio año de haberlo si quiera visto.

Es verdad que su relación, después del Templo, no termino ni si quiera cerca de ser simples conocidos (y eso que trato de llegar a algo como eso) pero que de repente pasara esto, era impactante.

La culpa todavía lo carcomía, pero también el dolor y la miseria. No era sencillo olvidar el pasado, menos perdonar lo que pasó (ni a ellos, ni a él). Últimamente, la soledad se marcaba más a su vida, los pasillos silenciosos y las habitaciones vacías, antes estaba lleno de ira para llenar ese vacío y esos silencios con gritos y destrozos, pero ahora, un nuevo sentimientos estaba ahí, o tal vez no fue nuevo desde un principio, simplemente ahora lo notó.

La verdad es que aún no aprendía a soltar.

Cuando llegó a la entrada de su secta, vislumbró a un joven con cabello despeinado amarrado con esa cinta roja que tanto destacaba y ropajes negros que gritaban al mundo "¡Patriarca Yiling!" Y qué hacía que todos temieran.

Parecía ansioso y nervioso, y cuando lo vio, se acercó apresudaramente y tomó sus túnica entre sus manos arrugando las telas sujetas. Su voz sonó desesperada, pero la mente del líder no era capaz de procesar al verlo tan mal, aquél joven que normalmente resolvía todo con despreocupado semblante se estaba rompiendo frente a él.

Se sintió igual de desesperado.

Lo único que pudo escuchar fue "Lan Zhan desaparecido", "montaña", "cadáver", "Secta" y "Zewu-Jun" entonces todo tuvo sentido. Por muy descabellado que sonase, solo eso bastó para entender que pasaba y para qué lo ocupaban.

Obviamente, no lo buscarían para algo más.

Así que aceptó ayudar, no por el hombre desaparecido, solo para aquél hermano muerto y resucitado que llegaría a arrodillarse para obtener más ayuda (no llegó a esos extremos pero, si llegara, no podría soportarlo).

Ahora Somos Los DosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora