II: Acuario, pt. 1

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Gwan JiHoon

JeongIn fue el primero en regresar a casa- siete horas después de la última interrogación.

Moretones. Cortes. Dos heridas infectadas y un tratamiento al intravenosa mientras pasaría sus días de navidad en casa encerrado era todo el panorama que podía generar.

Custodiado por el comandante que tomó su caso, sus dos padres solamente se abstuvieron a mantenerse en silencio mientras miraban hacia un punto fijo- ambos en el sofá, ignorando por completo lo que pasó.

—Deberás ponerte al día con tus tareas atrasadas —recomendó el comandante Shin en voz baja—. La escuela es muy dura estos días.

—Voy en la universidad —contestó JeongIn con voz ronca.

—Ah..., entonces- suerte, chico.

¿Por qué los comandantes, que en las películas eran protagonistas o héroes de tramas, lucían tan piadosos con ellos?

JeongIn seguía encontrando surreal la habilidad de creencia que ellos tuvieron. No chistaron. No dudaron ante el llamado de Hwang Yeji a su jefe de comisaría para custodiarlos tanto a ellos, a los vecinos de la calle Jung Hanai y acorralar aquellas criaturas que, con el paso del tiempo, siguieron muertas.

Muertas. Acabadas. Ambas con el corazón humano destruido.

«JaeHyung... —JeongIn no lo conoció, pero la idea de que uno de ellos había sido un humano corriente como él hacía su estómago revolverse. —Pude haber acabado como él- como ellos..., me pudieron haber matado. Mi vida se pudo acabar con un simple golpe en el lugar específico. Habría dejado de existir porque la idea de convertirme en aquello habría roto toda mi humanidad por completo..., ¿O aquello nunca dejó de ser humano?»

«¿Y qué era eso lo que se encontraba en las colinas?, ¿Era probable que aparezca?, MinHo dijo que había más..., ¿Dónde están?»

Al sentir la puerta de su casa cerrarse, sintió movimiento en la sala. Su madre se asomó por el marco de la puerta de su dormitorio.

—¿Tienes hambre? —preguntó ella, luciendo temer de JeongIn—. Puedo..., puedo prepararte algo.

JeongIn meditó un momento, viendo sus manos cortadas antes de asentir. —Un poco de sopa, por favor.

Su madre intentó esbozar una sonrisa de calma, pero estaba ahogándose en ansiedad. JeongIn podía entenderla- especialmente porque él se sentía igual.

Los recuerdos estaban frescos en su mente. Las manos tocándolo- desnudándolo, palpando en lugares íntimos para él para asegurarse que no era aquello. JeongIn se sintió invadido, porque- ¡Por supuesto que no era uno de esos!, ¿O tal vez lucía igual a uno?, la mugre entre sus uñas parecía ser suficientemente asquerosa, pero la sensación de que alguien te observaba en la habitación, en un rincón del silencio con ojos saltones le permitía traer sus memorias de infancia a la realidad.

Ex Residencia Saint Yang. Cuidados especiales para personas con trastornos no tratados.

Era exactamente igual.

Volvió a sentir ruido en la sala. Su padre había encendido el televisor- tal vez ignoraría por completo la situación para seguir con su cotidianidad: tomar una de las millones botellas de soju que tenían en el refrigerador, discutiendo con su esposa a la par que ella cocinaba de temas contingentes antes de que ella pudiese formar un argumento contundente para mandarla a callar.

Si ellos podían tener normalidad, entonces JeongIn deseaba poder tener a RyuJin a su lado- no haría mucho, probablemente, más que recostarse junto a él para ver televisión en el viejo aparato marca Samsung, junto con una película de la edad de oro para poder quedarse dormidos.

Menú de Dios [#2]; Stray KidsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora