❧Capítulo XLI

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Marcos

Una perfecta sonrisa.

Ojos claros.

Piel blanca.

Y un pelo rubio oro.

En resumen, el prototipo de hombre perfecto.

A simple vista, eso era Beltrán Wolf. Un cuarentón, de más de metro y medio, capaz de dejarte botando baba por él con tan solo mirarte.

Lástima que tanta belleza no podía ocultar su oscuro y despiadado corazón. A lo largo de los años, como mano de derecha de Maximiliano, he escuchado un sinfín de cosas grotescas sobre él.

A mi parecer, todas se quedaban cortas al compararlas con su primo.

Y no por el hecho de mancharse las manos, cosa que también hacía, sino por el hecho de que disfruta rompiéndole el corazón a la gente.

Disfruto romperme el corazón.

Y tener que compartir el mismo espacio con él, no me estaba gustando para nada. Estaba tres lugares enfrente de nosotros, al lado de su hermano. Por lo que podía verlo sin problemas.

Como si eso no fuera poco, lleva una camisa roja que se le ajustaba a cada musculo del cuerpo. Siempre pensé que su contextura era de otro mundo, sus hombros anchos eran acorde a su pecho fornido y sus brazos podían quitarte la respiración solo ejerciendo un mínimo de fuerza.

No podía evitar mirarlo de reojo. Me frustraba el hecho de que él también lo hiciera. Su asquerosa sonrisa aparecía como diciendo no puedes evitarlo.

La arrogancia Wolf vibraba en cada parte de su rostro.

No deseaba otra cosa que salir corriendo. Volver a la finca y desligarme de cualquier situación que lo involucre. En cambio, había accedió a las locuras de Azul.

Quien, de hecho, no se encontraba muy distinta a mí, sus ojos denotaban disgusto. Disgusto generado por ver a Alexander junto a su familia.

—¿Aun crees que fue una buena idea? – pregunto.

Las palabras de la morocha se quedan estancadas cuando se le adelantan a hablar.

—¿Y él es? – la voz me sorprende.

La busco entre las personas, encontrándome con un hombre de mí misma edad. Los rasgos diferentes no me dejan dudas de que es un Yakuza.

Me reprocho mentalmente por haberlo pasado por alto, a él y a su gente. Se supone que todo esto es en su honor y como idiota, ni siquiera los salude como era debido al llegar.

Lo miro, brindándole una sonrisa.

Puedo decir que estoy completamente sorprendido. Me imaginaba al enviado Yakuza viejo y sin carisma, en su lugar, frente a mí, hay un hombre apuesto.

Demasiado apuesto.

Pelo negro, ojos rasgados de color café oscuros y piel pálida. Por lo poco que su traje dejaba ver, se notaba que no tenía exceso de músculos, solo lo justo y necesario.

—Marcos Müller – responden por mí. —Mi mano derecha.

—Un placer Marcos – habla en mi dirección. —Soy Ichiro, el dragón de la Yakuza.

Me sonrojo, no sé por qué.

Si es por sus ojos oscuros, por lo penetrante de su mirada o quizás, por lo sensual que se escuchó su presentación.

—El placer es todo mío, nos alegra tenerlos aquí. - intento sonar amable.

Por más problemas que tenga, no deseo afectar el negocio. Ni mucho menos soy idiota, como para ofender a alguien de su magnitud.

Rojo CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora