🪶CAPÍTULO 46: Un rey que abandono a su familia🪶

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Mariza despertó ante la sensación de un líquido goteando sobre su rostro. Sentándose, limpio su rostro, dejando viajar la mirada por el pequeño cuarto sin techo que mostraba un cielo lleno de nubes negras.

—¿Te gusta lo que ves? —una voz rasposa hizo su presencia.

Alarmada, miro a todos lados, pero solo se encontró con paredes grises.

—¿Quién eres?

Una risa fue la repuesta de aquel extraño ser.

—¿Tienes miedo, alteza?

Mariza no respondió, solo cerro los ojos con fuerza, en busca de escapar de aquella alucinación, que solo podía ser causada por un brujo o demonio Magnus, si era la segunda opción, estaba en verdaderos problemas, porque no contaba con alguna arma, lo que la volvía muy vulnerable ante él.

Al abrir los ojos, se encontró con un demonio Magnus, pegado a los barrotes que lo encarcelaban, dedicándole una sonrisa macabra que dejaba ver sus dientes puntiagudos y baba azul. Los Magnus no solo eran peligrosos por sus alucinaciones, sino también por su baba, que era considerado un potencial veneno, con la capacidad de inmovilizarte. Una gran ventaja para ellos, pues les era más fácil cazar, ya que tan pronto mordían a sus víctimas, estas perdían total control de su cuerpo, quedando estáticas.

—Mariza —susurro alguien a su costado.

Apartando la mirada del demonio, busco la dueña de aquella voz débil, encontrándose con quien menos esperaba ver.

—Calix —se acercó rápidamente a ella.

La evaluó de pies a cabeza, en busca de una herida, pero no portaba ninguna.

—¿Qué paso?, ¿Por qué estás aquí? —la tomo entre sus brazos, y aparto el cabello húmedo de su rostro, ante las gotas que caían del techo.

—Tienes que salir de aquí —murmuro, tomando su mano.

Mariza la miro inquieta, al sentir el tacto frío de la chica.

—Calix —la removió, al ver que esta comenzaba a quedarse dormida—. Calix, no te duermas.

—Mantenerla despierta, no cambiará nada —expuso el demonio—, ella morirá.

—¿De qué hablas?, ¿te exijo que me digas que ha ocurrido?

El demonio rio, y pego más a los barrotes.

—Tú no eres mi reina para exigirme —expuso—. Pero si me permites darte un bocado, te lo diré con gusto.

—No lo escuches —murmuro Calix, agonizante en los brazos de Mariza.

Tenía mucho frío, al límite de sentir estar cubierta de hielo.

—¿Qué sucedió Calix?, ¿Por qué estamos aquí?

—Estamos aquí porque mi rey se ha levantado y robado su alma —señalo a Calix—para desatar la guerra y esclavizar a los suyos.

—Un rey que se ha olvidado de ti, porque sigues aquí —dijo Calix.

El demonio le mostró sus dientes, delatando su enojo ante su comentario.

—¿De qué rey estás hablando?

—De aquel que siempre espero con ansias una nueva oportunidad para levantarse —murmuro—. Lucifer.

🪶🪶🪶

Lailah despertó ante una pequeña discusión en la habitación.

—No me importa lo que ellos crean, iré por ella —expuso Ariel.

—Ariel, entiende que la realeza ya no es la prioridad, sino detener a Lucifer.

—Ella es mi prioridad Matis, y también debería ser la tuya, porque es tu hija.

—Ni siquiera sabemos si sigue con vida —dice, en busca de hacerlo recapacitar.

—En ese caso, debemos irlo a comprobar.

—¿Por qué discuten? —pregunta el ángel, sentándose en la cama.

Matis y Ariel comparten mirada. Al ver la intención del caído, Matis niega.

—Los representantes han decido cambiar de prioridad, y han decido dejar en el olvido a la realeza, y centrarse en la guerra.

—¿Qué?, pero que demonios sucede con ellos, debemos rescatar a Mariza y Calix—voltea a ver al hada—. Rey hada, debemos hacer algo.

—Olvídalo Lailah, él está de su lado.

Lailah contemplo a Matis, sin entender por qué abandonaba a su hija.

—Solo estoy haciendo lo correcto Ariel.

—Lo que estás haciendo es abandonar a tu familia —expone.

—Y ustedes dejarse llevar por sus emociones —dice a su defensa—. Así que no veas nuestra decisión como incorrecta, cuando lo único que queremos es mantener nuestra existencia y detener a Lucifer.

—¿Lucifer?, ¿Qué tiene que ver él con esto? —pregunta Lailah.

—Ha escapado del infierno y tomado su alma de vuelta.

—Entonces Calix...

—Sí, Calix ha dejado de ser nuestro enemigo, y no si eso es peor —murmura Matis.—Padre debe...

—Iré por Calix, te unieras a mí —pregunta Ariel, interrumpiéndola.

—Ariel, porque no entiendes que ir por ella es un plan suicida.

—Prefiero llevar a cabo un plan suicida, que ser un egoísta.

—¿Egoísta? —se muestra ofendido—. He decidió abandonar a mi hija para salvar un centenar de vidas, aceptado las decisiones de los representantes sin ponerme aún siendo el uno rey del mundo mágico, porque sé que es lo mejor para todos. Ariel, esta no es la primera guerra en la que has estado, por lo tanto, debes saber que a veces es mejor sacrificar una vida que ciento de ellas. Pero si buscas un egoísta, el único que hay eres tú, quien no solo piensas arriesgar tu vida, sino la de tus amigos para ir por Calix, quien posiblemente esté muerta a estas alturas al ser ahora un simple mortal sin alma, solo porque eres incapaz de dejarla ir. —Da un paso a él—. Ariel, tu egoísmo, manipulado por tus emociones, puede convertirse en tu más grande tormento si no me escuchas.

—¿Cómo puedo escuchar un rey que a decidido abandonar a su familia? —pregunta, para seguido avanzar a la salida—. Lailah, ¿vienes? —se detiene en la puerta.

Lailah voltea a ver a Matis.

—Lo siento, ella es mi prioridad —sale de la cama y pone las botas.

—Ambos están cometiendo un error.

—Aprenderemos a lidiar con ello —dice Ariel, saliendo de la habitación, dejándolo solo.

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Mi Secreto: Entre Luz y Tinieblas. (Libro III) ⭐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora