Secreto.

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Solo que aún no está listo para contarlo.

A'U Humano de los Loonatics.
Llamarle "conejo"  sería como un apodo.
AcexPato.
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Es un hermoso domingo y que sea un día libre lo hace mejor

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Es un hermoso domingo y que sea un día libre lo hace mejor. Todos deberían estar durmiendo en sus camas, aprovechando que no hay entrenamiento ni misiones pero casi todos habían salido hacer las compras.

Exepto él y Ace, ellos aún siguen en el cuartel. Seguramente el conejo aún está en la cama, realmente eso no le importa.

Ya había desayunado, extrañamente hoy se levantó con mucha hambre. Eso es la excusa que explica que hace despierto tan temprano.

Cómo ya había terminado de comer, ahora está lavando los trastes que uso para su desayuno. Está en el fregadero tranquilo, disfrutando del inusual silencio que hay. Normalmente siempre hay ruido, después de todo no son específicamente callados. Pensó en que haría el día de hoy.

Quizás ver alguna película, disfrutar de algo entretenido ¡O mejor! Dormir. Tiene sueño y ni todo el café que tomó se lo logró quitar. Piensa que la última opción suena exelente hasta que sintió un par de brazos deslizarse por su cintura y una cabeza apoyarse en su hombro. Ese acto que, le pareció tan de repente, le sacó un susto y un saltito.

—Buenos días, Pato.

El aliento del nuevo intruso lo sintió tan cerca de su oreja cuando habló. cayendo en cuenta que el estúpido conejo lo está abrazando por la espalda. Se maldice por ser tan tonto. Es obvio que Ace es quien se aferra a su espalda ¿Cómo dudarlo? Si son los únicos en el cuartel.

—Buenos días ¡Ahora suéltame! —exige con voz demandante mientras se sacude en un vano intento de hacer que lo suelte.

No funcionó, las manos en su cintura se agarraron más fuerte y la cabeza en su hombro se rió. Frunció el entrecejo.

—Ya cálmate, viejo —Dijo Ace con su voz risueña. Sus mejillas se sonrojaron pero no dejó de moverse.

—Sí claro, porque me encanta que me tengan acorralado en un fregadero.

Y Ace volvió a reír bajito, cerca de su oreja y alborotando a su corazón. Dejó de luchar contra las manos que se agarran a su cintura y el abrazo por la espalda. Pensó que el conejo al fin se alejaría porque también sintió que dejó de moverse, sin embargo, la cabeza de Ace se levantó de su hombro solo para detenerse en su cuello y soplar ahí.

Volvió dar otro saltito pequeño por la sorpresa. Ace sabe perfectamente que ese es uno de sus lugares sensibles. El desgraciado disfrutó mucho de su reacción, lo sentía, igual presentía la coqueta sonrisa que él tiene.

Iba a reclamar ¡Que dejará su osadía! Pero entonces sintió los labios de Ace en su cuello, besando con demasiada delicadeza y atrevimiento que le arrancó un suspiro a su boca. 

Y después de ese beso, le siguieron otros, varios más que lo hicieron estremecerse. Aferró ambas manos al fregadero porque no sabía dónde más apoyarlas e inclinó la cabeza hacía adelante.

Las manos en su cintura acariciaban esa parte, con masajes suaves en su estómago y apretando el pellejo de esa parte sin viajar a otro lugar.

—E-espera —dijo entre un suspiro que salió de sus labios. Se movió entre esos brazos que lo apricionan. Ya sabía que lo que había dicho le ha sacado una sonrisa a su pareja.

Podría teletransportarse y mandar al conejo al demonio pero, aunque le cuesta admitirlo, las caricias le están gustando pero eso que lo estén dominando tampoco es lo suyo, bueno, no tanto.

Se soltó del fregadero y se dió la vuelta rápido. Las manos de su cintura dejaron de estar en su cintura, ahora viajaron más abajo. Él imitó esas manos, aventurando las en zonas bajas y peligrosas del conejo. Ambos se sonríen con coquetería y atrevimiento.

Ace solo es un poco más alto pero eso le da igual cuando lo besa, al inicio lento, pero luego con más hambre. Seguramente luego tendrán que hackear las cámaras para borrar evidencias pero eso a ninguno le importa.

Se sentía bien estar así con su novio. Aunque esa palabra le aterra tanto.

Entonces oyen a los demás entrar, recordándoles que los que habían salido ya regresaron. Pato por instinto se teletransporta a la otra punta de la cocina, lejos del conejo. Fue justo a tiempo porque sus amigos no tardaron en entrar a la cocina con muchas bolsas de comida.

Nadie pareció notar algo. Ni la agitación de Pato o la sonrisa extraña en los labios de Ace. Todo siguió igual, exepto por la intensa mirada del conejo y el nerviosismo del pato.

Podrían actuar como una pareja normal, pero Pato aún no está listo para contárselo a los demás.

Podrían actuar como una pareja normal, pero Pato aún no está listo para contárselo a los demás

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Me siento indignada de que no haya tanto contenido de ellos.

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