Masaje

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- ¡Última vez que me convences para hacer algo! – se quejó la gallega mientras intentaba masajear la parte baja de su espalda

- No, si encima será culpa mía que no sepas hacer bien abdominales y no me hagas caso cuando te corrijo... - murmuró la granadina siguiéndola por detrás y cerrando la puerta al entrar al piso de su amiga.

Aquella tarde Miriam había acompañado a Mimi al gimnasio.

Hacía ya algunas semanas que la granadina había visto que uno de los gimnasios que había cerca de su casa había puesto precios bajísimos, y no dudó en apuntarse. Con la excusa de que le daba pereza ir sola y que todos iban con sus amigos consiguió convencer a Miriam para que fuese con ella.

Su sorpresa al llegar al gimnasio fue que Miriam, a la que siempre había considerado una chica fitness y que estaba acostumbrada a hacer ejercicio, no sabía usar ninguna de las maquinas que había allí. Su excusa fue que "Yo estoy acostumbrada a hacer deporte en casa o en la calle, no se usar estas maquinitas".

Por suerte Mimi, que había ido unas cuantas veces antes, sabía cómo funcionaban algunas de ellas porque se lo explicó el instructor, así que decidieron empezar por esas.

Con la máquina de pesas no hubo ningún problema, pero en cuanto llegaron a la de hacer abdominales... Bueno, eso fue un poco más desastre.

- Que tienes que poner la espalda recta... - la reñía la mayor viendo como Miriam arqueaba un poco la espalda mientras estaba tumbada en la máquina.

- ¡Qué la tengo recta! – se defendía la gallega recolocándose un poco tras hacer un abdominal.

- No la tienes recta, y te vas a hacer daño, luego no vengas quejándote...

Sin embargo, la gallega, tozuda como ella sola, siguió sin hacerle caso, lo que al final de la tarde se tradujo en un dolor bastante fuerte de espalda.

Miriam dejó su bolsa de deporte en la mesa del salón y se sentó en el sofá, y Mimi siguiéndola por detrás imitó su gesto.

Mimi se sintió un poco culpable porque le hacían gracia los gestos de su amiga.

- Venga anda, ¿tienes Voltadol o algo para echarte?

Miriam negó con la cabeza.

- Bueno, date una ducha caliente, yo voy a la farmacia a comprarlo y ahora vengo. – dijo levantándose y cogiendo su monedero de la bolsa

- Coge las llaves, así no tienes que timbrar – le gritó la gallega mientras se levantaba para ir hacia el baño.

-.oOo.-

Mimi no tardó ni 10 minutos en volver con la crema en la mano.

Mientras, Miriam se dio una ducha rápida sin lavarse el pelo. Cuando salió con el albornoz de baño puesto fue al salón a ver si Mimi había vuelto.

- Gracias – dijo cogiendo la crema que su amiga había dejado encima de la mesa – Voy a echármela y ahora vengo.

- Si quieres te hago un masaje. – se ofreció la granadina, sin esperarse la cara de pánico que puso su amiga ante la propuesta.

- Ehh, no, no... Tu mejor, espera aquí... - intentó evitar el tema

- Pero que pasa, si te da vergüenza te pones una camiseta corta y ya está. Ni que tuvieras algo que no hubiese visto...

- Que no es eso. Es que no quiero y ya... - volvió a murmurar la gallega.

La mayor no estaba dispuesta a dejarlo pasar.

Colección de One-Shots / Miriam2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora