CAPÍTULO 1

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Llevaba unos diez minutos esperando a mi amiga. El viernes de esa semana me dijo que me necesitaba urgentemente en este sitio a las nueve en punto y llegó un poco tarde.

- Perdón por llegar tarde, es que me he quedado dormida y encima tenía que recoger a alguien más. – me di la vuelta al escuchar la voz y me encontré a mi amiga arrodillada en medio de la acera pidiéndome disculpas. – Sé que odias levantarte temprano en vacaciones y lo has hecho por mí. Muchísimas gracias. Te amo.

- ¿Ahora me dices te amo? Llevo esperándote como una media hora y encima se me ha derramado el café y no me lo he podido tomar. – le mentí un poquito con el tiempo que la estuve esperando, pero eso ella no lo sabe y no lo sabrá jamás. – Quiero un chupachups de recompensa por la dura espera.

- Sí, sí, yo te compro un chupachups y todo lo que tu quieras, pero corre que llegamos tarde – me cogió de la mano y tiró de mí con brusquedad. – Por cierto, este es mi primo, se llama Ciro, ha venido a ayudarnos. Los demás tienen que estar esperando ya. – eso último creo que lo pensó en voz alta.

- ¿Me puedes decir ya para que me necesitas con tanta urgencia? El viernes me dijiste que me lo ibas a contar hoy, pero sigo con la misma información que con la que vine aquí. – me quejé.

- Siempre tan cotilla. – la miré mal, más que nada porque nos conocíamos de dos semanas y parecía que me conocía de toda una vida.

- La verdad es que yo tampoco sé que hago aquí, esto parece una emboscada. Ha llegado a mi casa, me ha despertado y me ha obligado a venir. – también se quejó Ciro.

- Pues estamos igual – chocamos los puños como si nos conociéramos de toda la vida. – Por cierto, me llamo Isla.

- Ya hemos llegado – miré hacia donde estaba señalando Mika y leí en el cartel de la entrada "ORFANATO OJO DE CRISTAL".

- ¿Qué hacemos aquí? Que nombre más raro para un orfanato, ¿no? – miré a Mika con una ceja levantada para que me respondiera.

- Es que, bueno, el otro día vine a ayudar a Olga, la dueña del orfanato, con los niños y me di cuenta que necesitábamos más ayuda, entonces le pregunté si podía traer a algunos amigos y me dijo que sí. – nos sonríe inocentemente.

- A mí no me importa ayudar, estoy acostumbrada a los niños, pero a la próxima me gustaría que me avisaras un poco antes. Más que nada para hacerme a la idea. – le reprocho. Ciro se encogió de hombros y dijo que le daba igual.

Después de nuestra pequeña conversación Mika se acercó a la puerta, era la típica puerta enorme de rejas con los pinchos arriba. Tocó el timbre que había en uno de los laterales y respondió una voz chillona.

- ¿Quién es? – hasta ese momento nunca había escuchado una voz tan chillona y agradable al mismo tiempo, creía que eso era imposible. La mujer hablaba con mucha calma y parsimonia, como si tuviese todo el tiempo del mundo.

- Hola Olga, soy Mika, vengo con una amiga y mi primo – contestó con alegría.

- ¡Mika! Te estábamos esperando, mi hijo ya está aquí con su amigo. Ya mismo te abro. – se escuchó un pitido y la puerta se abrió. Nosotros la tuvimos que terminamos de empujar, pesaba más de lo que parecía.

Miré a mi alrededor, a mi izquierda había un pequeño huerto con cartelitos de lo que había plantado en cada lado y a mi derecha había un jardín de flores, la mitad estaban un poco espachurradas, seguramente los niños las pisaron mientras jugaban o algo así.

Antes de que nos diera tiempo a llamar a la puerta del orfanato se abrió y un niño de más o menos siete años le saltó encima a Mika. Se enganchó en su pierna mientras se reía a carcajadas.

Todo un sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora