Prólogo

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Ocho, tal vez nueve son las copas que había tomado.

No tenía intención de parar. Había llegado al punto que quería.

Veía a mis amigos divertirse ligando con algunas cuantas chicas bastante guapas y que estaban un poco fuera de su alcance.

El alcohol disminuía mi capacidad de audición, aunque era suficiente, ni siquiera me gustaba el género de música de aquella discoteca. Mis amigos habían insistido y aquí estaba: bebiendo en la barra mientras ellos intentaban ligar.

Dejé con cuidado mi copa para rebuscar en mis bolsillos mi teléfono móvil. El líquido de la copa se salió y mojó la barra.

Estaba perdiendo también la sensibilidad en las manos.

Miré la hora: 2:45 de la noche.

No sabía hasta cuánto tiempo tenía que quedarme, tampoco tenía muchas ganas.

Decidí irme a casa, pero antes pasé por el aseo del local, lo necesitaba antes de salir.

Al entrar, dos chicas que estaban retocándose el maquillaje, me miraron raro.

¿Tan raro les era ver a una persona borracha?

Por costumbre cerré la puerta con pestillo.

Me alegraba de desabrocharme aunque sea solo un rato aquellos pantalones tan ajustados. Había tomado tanto alcohol, que casi no sentía cómo el meado salía de mí.

Agua fría era lo que necesitaba. Me eché en la cara y me miré al espejo.

¿Cómo había llegado a esta situación?

-¿Cómo va la noche?- me preguntó una chica que acababa de entrar.

No la conocía. ¿Por qué quería hablarme?

No le respondí.

Ella, con una sonrisa, sacó de su bolso un pintalabios de rojo putón, se acercó más al espejo que tenía en frente y con sumo cuidado empezó a repasar el lápiz por aquellos labios tan finos.

Ver cómo se maquillaba estaba provocando en mí una reacción tan carnal...

-Si quieres, te puedo ayudar a llamar a alguien, a menos que seas de esas personas raras que entra en los aseos de las chicas para mirarse al espejo.- decía riéndose mientras me miraba de reojo.

Me fijé entonces en lo que llevaba puesto. A decir verdad, no me había dado cuenta del poco pecho que tenía, aquella camiseta corta de escote en pico le sentaba bien, pero no era suficiente para que se convirtiese en sexy, por no hablar de aquel culo tan pequeño que intentaba marcar con unos pantalones cortos y ajustados.

Ella se percató de que le estaba mirando el culo, y en vez de quejarse de mí, se quejó de su culo, a ella tampoco le gustaba que fuese tan pequeño.

Ver cómo me hablaba con aquel pintalabios rojo me empezaba a volver loco.

Empecé a notar mi erección crecer cada vez más, se acabaría dando cuenta de que me estaba poniendo cachondo. Quise irme, pero mi cuerpo me lo impedía, no podía moverme, aquella chica tan alegre me había hipnotizado de algún modo y no sabía por qué era, ya que no tenía nada en especial.

De repente, una imagen de ella desnuda me vino a la cabeza. Aquello fue definitivo, se dio cuenta.

Su mirada fue directa a mi erección, lo que hizo que se riese.

Qué risa tan rara, parecía la de una cría pequeña.

El calor que no había sentido con el alcohol, lo empezaba sentir ahora.

-Eso no será por mi, ¿no? - me preguntó con una sonrisa burlona.

Di los cuatro pasos que nos separaban para acercarme a ella y mirarla cara a cara. Mi nariz rozaba la suya.

Ella no se movió. Era un poco más baja que yo, y eso que ella calzaba unos tacones muy altos.

No necesitaba hablarle, ¿para qué? Los dos sabíamos lo que estaba pasando.

Me inundó su perfume dulce y aquello me hizo perder los estribos.

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⏰ Última actualización: Feb 25, 2020 ⏰

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