Un Peter que creció

Cuando pequeños todos tenemos un modelo a seguir: nuestros padres, el amigo extraño de la familia, el abuelo que vemos una vez al año, Batman, El Capitán América, Rocky e inclusive Calamardo. Mi modelo a seguir era Peter Pan, la verdad siempre quise ser como él y nunca jamás crecer, pensar en dejar de ser un niño me aterraba, el mundo de los adultos era demasiado para mí. Incontables fueron las veces en que soñé visitar el país de Nunca Jamás, aún lo sigo haciendo, en secreto y juro que me caería mil y una vez más de la cama para conseguirlo. Fueron pasando los años y no tuve más salida que seguir el movido camino hacia la adultez; por mucho que quisiera seguir aferrándome, era una batalla perdida que se mostraba cada día más imposible y así fue, como en medio de dudas, errores y tanteos me convertí, de a poco, en un Peter distinto al pensado. Un Peter triste, con insomnio, depresivo y bipolar. Un Peter sin niños perdidos que lo acompañen; sin una Wendy, pero si con una Claudia. Un Peter que no sabe que estrella seguir para llegar a casa. Un Peter que a pesar de no enfrentar piratas tiene un nuevo enemigo: la soledad. Un Peter que al no poder volar monta bicicleta. Un Peter que piensa mucho en la muerte, ama la luna y luce ojos rojos por llorar en las noches. Un Peter indeciso, oscuro y retorcido. Un Peter que a pesar de todo, sigue siendo un niño, uno grande, a fin de cuentas: Un Peter que creció.