Me dirigí corriendo a la habitación de invitados y me acosté en la cama. Estaba desconcertada. Por un momento, había pensado que él me quería. Había sido estúpida e ingenua esta vez, debía haber aplicado mi lema personal: Nunca bajes la guardia. La había bajado y había confiado en él, algo que no debía haber hecho. Esa noche no pude dormir ya que estuve pensando mucho en lo que acababa de presenciar.
A la mañana siguiente, bajé a desayunar con unas terribles ojeras Solo se encontraba Roose en el comedor desayunando. Me senté a su lado y empecé a comer cuando Ramsay entró con la camisa desabotonada y el pelo despeinado. Roose nos miró a los dos y supo que algo andaba mal.
Ramsay se sentó a comer y me miró.
—¿Por qué no dormiste conmigo anoche?
Le ignoré y él siguió insistiendo:
—Rhoslyn, respóndeme.
Me levanté y me fui al patio de entrenamiento a tirar con el arco. Oí pasos detrás de mí y me giré con el arco dispuesta a disparar. Ramsay se encontraba enfrente mía y desconcertado me preguntó:
—¿Qué haces?—su expresión se tornó enfadada—Suelta eso, Rhoslyn. Eres mi esposa y harás lo que yo te ordene.
Yo negué con la cabeza, quería hacerle daño, quería matarle.
—Suéltalo, Rhoslyn. ¿Es que acaso quieres matarme?
Solté el arco enfadada y me acerqué a él. Le empujé varias veces hasta que agarró mis muñecas y las sujetó con demasiada fuerza, tanta que sentía que me las iba a romper.
—Ramsay, para.
Él me soltó enseguida.
—¿Qué te pasa conmigo?—me preguntó.
Me intenté ir pero él me sujetó él brazo firmemente.
—Responde, Rhoslyn.
—Está bien. Yo...—le miré a los ojos—Yo... Yo te vi con Myranda anoche.
Él frunció el ceño extrañado.
—¿Eso era lo que te molestaba?
—Lo dices cómo si fuese una tontería.
Él se quedó en silencio.
—Esperaba que, por lo menos, me fueras fiel.
—Yo nunca he sido fiel y jamás lo seré.
Siento cómo mi corazón se parte en trozos. Me enfado conmigo misma ya que me prometí no volver a sentir nunca más. A partir de ahora, me comportaré cómo antes de conocerle: fría cómo el hielo.
Me dirijo a la cocina y mando preparar un delicioso pastel de calabaza.
—Traedlo a mi habitación en diez minutos
Mi nueva habitación era la habitación de invitados en la que dormí el otro día.
Pasaron los días y Ramsay y yo no hablamos en ningún momento. Roose me apoyó a mí y cuando Ramsay no se presentaba a cenar, él trataba de animarme. Durante esos días, en mi tiempo libre había estado conversado con Theon de todo lo que habíamos vivido allí y de los felices que éramos por aquel entonces. Habíamos creado un lazo muy fuerte y habíamos vuelto a ser amigos, a pesar de lo que le hice el otro día, cosa de la que me arrepiento muchísimo. En aquel momento, mandé llamar a Theon a mis aposentos.
Cuando llegó, noté que tenía un corte en la cara muy profundo. Empecé a curárselo y cuando terminé, llegó el pastel.
Theon y yo lo comimos en silencio hasta que decidí romper el hielo.
—Te prometo que te ayudaré a escapar de aquí—dije mirándole tiernamente a los ojos.
Él evitaba mi mirada y su cuerpo temblaba.
—No debo, s-soy Hediondo y Ramsay es mi señor y amo.
Odiaba lo que Ramsay le había hecho, tanto que varias veces le había confrontado pero él nunca me escuchaba, ya que estaba demasiado ocupada con Myranda.
Le di la mano a Theon y sentí cómo mi corazón latía acelerado. Me acerqué poco a poco a él, hasta que sus labios rozaban los míos. Él seguía temblando y me alejé. No supe que había sido eso pero supe que, por un súbito momento, había querido besarle.
Alejé ese pensamiento de mi mente, no quería más líos amorosos.
Theon pareció percatarse de mi expresión arrepentida y una lágrima le recorrió el rostro.
—¿Por qué lloras, Theon?
—¡Me llamo Hediondo!—gritó saliendo corriendo de la habitación.
Me quedé perpleja y, al pasar los minutos, decidí hablar con Ramsay. Quería que el silencio amenazador se desvaneciera y solo podía conseguirlo hablando con él.
Llamé a la puerta indecisa.
—Pase—dijo Ramsay.
Entré y él estaba sin camiseta, justo como la primera vez que entré en esta habitación.
Él me miró confundido.
—¿Qué quieres?
—Quería hablar contigo y resolver las cosas. Al fin y al cabo, estamos casados.
—¿Y cómo quieres que las resolvamos?—preguntó mirándome con el ceño fruncido.
—He pensado que podríamos dormir separados y hacer lo que queramos, pero en las reuniones actuar como si fuéramos felices el uno con el otro.
Me miró enfadado.
—No voy a aceptar, ¿por qué tendríamos que actuar?
—Porque ya no siento nada por ti ni tú por mi y debemos convencer a la gente de que sí lo hacemos.
Una expresión dolida cruzó su rostro.
—¿Por qué crees que no siento nada por ti?
—Porque me engañaste y lo sigues haciendo. Tú mismo dijiste que nunca serías fiel.
—Aparte de esa noche, nunca más te he sido infiel.
Aquello me dejó desconcertada.
—¿Qué?
—Es verdad, yo nunca habría sentido lo que siento hacia ti por nadie.
—¿Y por qué esa noche me engañaste?
—Porque quería dejar de pensar en ti cada minuto y pensé que esa era la única forma de hacerlo.
Al oír esto, me lancé contra él y le di un beso desesperado en los labios. Hacía varios días que no le besaba y hacerlo por fin me hizo sentir aliviada. Él me desvistió salvajemente mientras que mis pelos se ponían de gallina debido al frío. Ramsay se percató de esto y me abrazó fuertemente para poder sentir el calor que emanaba de su cuerpo. Cuando el frió desapareció, él me tumbó con suavidad en la cama. Se desabrochó los pantalones y pude ver su miembro. Ni siquiera recordaba que fuera tan grande. Se situó encima de mí y me penetró haciéndome gemir. Sus labios se situaron en mi cuello, mordiéndolo y bajando a mis pechos totalmente descubiertos. Los mordió tan fuerte que probablemente tendría marcas al día siguiente. Siguió mordiendo y besando mis pechos, provocando mil reacciones en mi cuerpo. Empezó a moverse más rápido, tanto que enseguida llegamos al orgasmo. Su cabeza se situó entre mis piernas y me preguntó con la mirada si quería que lo hiciera. Yo asentí, decidida. Su boca entró en contacto con mi intimidad y empecé a gritar su nombre. Nunca me había sentido tan bien, ni siquiera con Robb. Cuando me corrí, Ramsay se tumbó a mi lado y ambos nos dormidos abrazados.
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Se acerca el invierno
Fiction HistoriqueRhoslyn Stark es hija de unos de los hombres más reconocidos del Norte, Wyman Manderly. Su vida era sencilla con su marido, Robb Stark, pero el destino le tenía otros planes al presenciar la muerte de su esposo y tener que casarse con el hijo bastar...