(001)- La última vez que nos vimos.

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Estaba cansada, pero no podía dejar de correr.

Sabía que si se detenía, no dejaría de arrepentirse el resto de su vida por lo que pasaría después.

Si es que acaso llegaba a vivir, claro.

Sus piernas eran ligeramente regordetas, no mucho pero sí un poco. Estaban cansadas de estar corriendo por cuadras y cuadras enteras sin descanso, y cada tropezón que acababa o no en una caída lastimaba sus pies y sus músculos de un modo horrible. Cada vez que sus rodillas pegaban al suelo, sentía que no había una razón clara para seguir corriendo más, y lo único que quería era quedarse allí, arrodillada llorando en la soledad de las calles, deseando despertar de aquella pesadilla.

Por desgracia, Murasaki sabía que aquello no era una pesadilla, si no que era la pura y cruda realidad.

—¡ONII-SAN! ¡ONII-SAN! —gritó la menor desesperada mientras los jadeos la interrumpían abruptamente—. ¡No vayas, Onii-san! ¡Te matarán, regresa a casa!

Escuchó un grito lejano de vuelta que le heló la sangre y le hizo quedar en blanco a medio camino.

Kimura. Era la voz de su hermano mayor, Yokomura Shiku. Antes de hablarle, soltó un jadeo de dolor y luego le gritó con fuerza para que se fuera de ese lugar antes de que fuera demasiado tarde.

—¡Murasaki, regresa a casa de inmediato! ¡Fuera de aquí! ¡Es peligroso!

—¡No puedo dejarte aquí solo, Nii-san! —respondió Murasaki aterrada—. ¡Esos tipos te van a matar!

Alguien maldijo desde uno de los callejones contiguos al que estaba la chica, y luego una sombra alta pasó por su lado y le tiró con fuerza de la muñeca, obligándole a correr de nuevo.

—¡Murasaki, te dije que te fueras a casa y que no me siguieras!

El corazón le dió un vuelco. Era Kimura, su hermano, y tenía el labio y la nariz sangrando con más o menos abundancia. Tenía muchos golpes en el rostro y su respiración era dificultosa.

—Vete a casa —le dijo con dureza, pero sin dejar de sonar preocupado por su hermana menor—. Ya veré yo cómo me las arreglo para defenderme.

—¡Esos tipos dijeron que iban a matarte, yo lo escuché! —le replicó Murasaki con angustia—. Sí Takeomi-san o Waka-san estuvieran contigo... ¡Los buscaré! Les diré que vengan...

—Ni Wakasa, ni Shinichiro, ni Takeomi vendrán —dijo Kimura con pesar—. Y tú no irás a buscar a nadie. Te irás de aquí, no te quedarás aquí y te irás a casa. ¿Entendido?

Cuando consideró que la distancia a la que habían quedado alejados de aquel callejón era relativamente segura, Kimura se detuvo y se colocó frente a su hermanita menor, colocando sus manos sobre sus pequeños hombros con mucho cuidado para agacharse y quedar a su altura. Ambos tenían los ojos de un tono añil precioso, pero en los de él brillaba la angustia, y en los de ella reinaba el terror.

—Escúchame bien Mura —le dijo con voz suave y tierna—, no puedes quedarte aquí, este lugar es demasiado peligroso para ti. Vete a casa, ¿sí? No te quedes aquí, por favor.

Con su puño limpió la sangre que había en sus labios y acto seguido apartó las hebras castañas de su frente para darle un suave beso en esta.

—Quiero que corras, que te vayas de aquí y que por nada, escúchame, por nada del mundo te quedes atrás. Regresaré, ¿vale? Pero no te quedes aquí —murmuró viéndola fijamente a los ojos con una mirada triste. Era evidente que estaba mintiendo, y que no estaba seguro de si regresaría o no a casa después de aquello, pero no iba a demostrarlo frente a ella evidentemente para no angustiarla.

❝Cielos y ocasos con tono y sabor púrpura❞『Ran Haitani x OC!Fem』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora