CAPÍTULO 11: Las Almas se Reencuentran

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               Un 21 de noviembre toda la familia se reuniría en un lugar bastante particular, en especial a ofrecer cariño y acompañamiento a Julieta y Agustín. Se trataba del Jardín del Encanto, donde todas las almas, luego de cumplir su ciclo de la vida, descansaban allí. Lucas observaba de lejos, muy lejos, tras las espaldas de todos, como rosas de diferentes colores caían amablemente sobre un pasto liso, bien verde y corto, con apenas un rocío que quedaba de aquella mañana. Se cumplía un aniversario más, diez años. Diez años de una tragedia mayor, donde Encanto se vestía de tonos verde-celeste para recordarlos.

                El matrimonio se encontraba frente al lugar de reposo de ella, de su más amada hija. Una brisa, la más cálida de todas, los abrazaba. Lucas, detrás de un árbol para no llorar, los miraba a todos. Dolores lo descubrió y enseguida lo trajo con ella, pero se mantuvo firme aguantando sus lágrimas. Ninguna palabra salió de nadie, en todo el tiempo que estuvieron contemplando. Las nubes que venían no eran más que el dolor que rodeaba a Pepa. Camilo con su cabeza baja, Antonio tratando de abrazarlo. El sol también estuvo presente para el duelo y una bandada de pájaros yacían sobre las ramas de los árboles, como siendo parte del duelo.

                Luego un largo rato, mientras todos retomaban el camino a Casita, Lucas se quedó allí. Le prometió a Dolores volver cuanto antes, pero se quedó. Detrás de esas tumbas estaba el arroyo y un gran árbol. Pero lo que más llamó la atención fue una mariposa. No era una común, de esas primaverales, naranjas, negras... Era una amarilla luminosa, que dejaba un rastro dorado por donde volaba. Lucas estaba atónito ante tanta belleza, pero lo que no sabía, era que esa mariposa fue la misma que, años atrás, presenciaría una reconciliación eterna...

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                  Alma y Julieta hablaban acaloradamente aquella mañana, luego de toda una celebración de los González. La madre sentía que algo raro sucedería en un tiempo no muy lejano, Julieta temía eso y otra cosa más, había un gran poder de intuición en ella. Ambas acordaron hablar con Bruno, para que las guiara según lo que él viera. Una vez con él, y luego de varios intentos, lograron que Bruno les contara que vería en un futuro bastante cercano. Obviamente, se adueñó silenciosamente de una parte de la verdad. Predijo que una sombra se ve cerca del Encanto, una amenaza, y aunque no sabría leer cuando se libraría esa batalla, se trataría de uno de ellos, dentro del mismo pueblo. Alguien los traicionaría, pero no faltaba mucho para que sucediera. "Es pronto" le dijo su pensamiento. Alma, con un suspiro, confirmó lo que hacía tiempo le ocupaba su mente. Julieta, con mucha discreción y no tan segura de lo que escuchaba, igual se lo contaría a Pepa. Los cuatro debían estar preparados y atentos.

                   Bruno se ocupó de algunas herramientas, un plan de acción y, aunque trató de ver más allá, no sólo su cabeza sino sus ojos empezaron a arder fuerte. A veces ni él sabía lo que sus visiones marcaban, pero sí de una en particular: la de él y Mirabel. Pensando en todo ello, y cómo descaradamente escondió esa verdad ante su familia, la caída de la arena empezaba a correr, pero muy lenta y muy poca. Pensó que era hora de dejar descansar un poco y ocuparse, de mantenerse ocupado con algunos preparativos, por si la batalla se desenlaza en una o dos noches. Caminando por los pasillos de Casita, una voz lo detuvo.

- Bruno – era Mirabel. El muchacho detuvo la marcha, pero no giró a mirarla. – Bruno, espera- se acercó a él. - ¿Qué haces? – Bruno contuvo sus palabras, buscando excusas para responder, porque nadie más que sus hermanas y madre sabrían lo que sucedería.

- Casita necesita un par de arreglos – Mirabel levantó una ceja. Casita se arreglaba sola, si era necesario lo que mantuvo intrigada y confusa a la muchacha. – Pero estoy apurado, luego hablamos. – la mano de ella jaló de su brazo –

Hasta Nuestro Último DíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora