Cabos Sueltos IV: Más Cerca de la Verdad.

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<2019>

A mediados de septiembre del 2019, la operación en Kandahar falló estrepitosamente y los únicos dos objetivos en el pizarrón de la base desaparecieron de la faz de la tierra. Muchas cabezas dentro de la base rodaron en las semanas siguientes. Operadores de radio, equipos de logística y oficiales del ejército aliado fueron removidos de sus cargos y enjuiciados por la muerte de 25 operadores de fuerzas especiales y 50 soldados de tropa. Ya en Octubre, volví a Afganistán, dándome cuenta que habían caras nuevas: una de ellas era la autodenominada Comandante Rose Greenland, una mujer de origen inglés, una tirana y narcisista Teniente Coronel, pero con los ovarios bien puestos e inteligente.

Greenland y yo tuvimos muchos encuentros en la base... bueno, cada día me enviaba a su oficina para coquetearme o invitarme a salir, porque según sus propias palabras, ella era un buen partido para mí. No había duda que acosaba a muchas otras mujeres dentro de la base, pero su abuso de poder no era más que el mal menor; el menor de nuestros problemas.

Sin embargo, esos problemas se habían estado simplificando debido a la operación fallida. Muchos de los generales talibanes estaban saliendo más de lo habitual, haciendo que fueran objetivos fáciles de matar o capturar. Todo el enemigo estaba con la moral alta; lo que algunas veces, de no tener una buena disciplina entre las filas, puede resultar en insurrección o incluso subestimar a los soldados del equipo contrario.
Conociendo a nuestro enemigo y su estado, debíamos sólo agitar el avispero para que hasta sus generales salieran a luz del día; sin embargo, salió más de lo que debería salir a luz.

—Atención al frente —dijo Natalia a mi lado, cubierta con una manta negra, viéndose sólo sus ojos.

Las dos estábamos en el bazar atrás de un hombre que nos conducía hacia uno de los generales talibanes. Katya nos seguía desde la distancia, pero tan cerca como para cubrirnos en caso de que todo se vaya a la mierda.

—Nos acercamos a un complejo departamental —dijo Natalia otra vez, agachando su cabeza cada vez que gente, en especial hombres, se acercaban hacia nosotras—. Dos hombres en la entrada. Ellie, prepárate.

Abajo de mi Burka, tomaba mi pistola silenciada y la preparaba por si las cosas se complicaban. La entrada a ese lugar era, como mínimo, claustrofóbica y olorosa. Los hombres que estaban vigilando con armas el acceso principal, parecían haber muerto hace por lo menos un mes, porque el hedor que salía de ellos me hacía creerlo. Ya a dentro, nos topamos con un Bar lleno de hombres que no querían que un par de mujeres entrara; era un lugar privado; no podían entrar mujeres.
El hombre habló con un barman lejos de nosotras, mientras que la mirada de los hombres nos acosaba. Pasaron apenas 5 minutos, pero pareció media hora, de tensión pura.

—1-2 y 1-3 pasamos el bar —dije atrás de Natalia, entrando hacia un patio rodeado de cuatro altos edificios interconectados y, desde arriba, en un balcón que daba hacia el interior de ese complejo departamental, un hombre nos miraba entrar.

El primer sentimiento que tuve de él fue de peligro inminente. Parecía no sólo ser más inteligente que el general al que íbamos a capturar, sino que siempre estaba atento a sus alrededores. Eso sería un problema, pero nada que podamos manejar yo y Natalia.
Llegamos finalmente al último piso del departamento en que estábamos. Sentí unas contracciones leves por las malditas escaleras y los zapatos que teníamos, pero nada que no haya sentido antes. Además, Sirin me ayudaba a mantener al bebé en buen estado con su Arpeggio. Todo cambió cuando nos presentamos a la puerta principal de una grande y larga sala, estando al final el general y su más cercano concejal, Ahmed. Luego de pasar por un par de guardias tan drogados que no sabían ni dónde estaban, nos sentamos en seiza yo y Natalia, mientras que Hadir, nuestro contacto, hablaría con el jefe talibán.

El Renacer De Ares (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora