Capítulo I.

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Todo el mundo sabe que una relación se basa en la confianza y la comunicación, sin importar de qué clase sea, amistosa, romántica, algo de una noche, lo que sea que fuese, siempre son los principios básicos.

Y en su caso, y el de posiblemente todo el mundo a su alrededor, eran las bases de las amistades entre pokemones y humanos.

Los rayos del sol entraron por su ventana, el aire fresco revoloteando con sus cortinas era la primera señal que le daba el universo para levantarse de sus cómodas cobijas.

Un nuevo día empezaba, una nueva aventura daba inicio, todos sus despertares solían ser bastante divertidos y entretenidos, por lo que procuraba despertar lo más temprano posible.

Puso los pies en la suave alfombra de su habitación, bostezando y estirando sus brazos para quitarse los restos de flojera que quedaban en su productivo cuerpo. Sinceramente exageraba mucho, sólo era un día un tanto especial en el cual comenzaría una de las mejores etapas de su vida.

No engañaba a nadie, se encontraba tan emocionado que ni siquiera pudo hablar de otra cosa en toda la semana. Era un día importante, un día donde su pasión por ser un entrenador pokemón daría inicio.

Terminó de arreglarse lo mejor posible, tomó su mochila que ya había preparado casi con un mes de anticipación y se aseguró de tener sus vendas bien acomodadas antes de bajar por las escaleras.

- ¡Buenos días Odasaku!- Saludó muy alegre, casi brincando de emoción - ¿Qué hiciste de desayuno?

- Buenos días Dazai, hice tus favoritos- Contestó con la misma alegría, sólo que un poco menos expresivo y acompañando de su Clefairy

- ¿¡Panqueques de avellanas!?- Preguntó entusiasmado mientras ayudaba a servir el jugo de naranja en los vasos - ¡Gracias, gracias, gracias!

- De nada, ahora come o se te hará tarde- Sugirió tranquilamente correspondiendo el abrazo del castaño, su no tan pequeño hermano menor

Una vez bien desayunado y otra vez bien vestido, dejó salir a su Cubone, un pokemón chiquito pero muy buen compañero de aventuras. Fue su primer amigo desde que su padre los abandonó a él y su hermano, por lo que pudo empatizar con el rápidamente y poco a poco se volvieron casi inseparables. Exceptuando las pocas veces que se pelean y ninguno tiene ganas de tragarse su orgullo y pedir disculpas.

- ¿Listo para nuestra aventura, Cub?- Preguntó sonriente, dando el primer paso fuera de los límites de su pueblo

Cubone dio un sonidito de afirmación combinada con felicidad, trepó por su cuerpo hasta llegar a su espalda donde se aferró a Dazai y daba la impresión de que era parte de su mochila.

Con una gran risa levantó la mano en señal de despedida, viendo más y más pequeños a Oda y los niños del pueblo, regresando el gesto y gritando emocionados un "¡Hasta pronto Dazai-san~!"

Aquí comenzaba su viaje de camino a Yokohama, la ciudad principal de su región y donde se daría lugar a la primera carrera pokémon en la que participaría. Al reunir los mínimos requisitos y como regalo por sus 22 años casi recién cumplidos, todo su pueblo lo apoyó para pagar el hospedaje, y por supuesto, el precio de entrada para poder participar.

Había vivido con el sueño de ser un gran entrenador desde que era niño, creciendo con la ilusión de algún día llegar a ser tan reconocido como las personas que veía en televisión. Ya llegaría su gran momento, y si no lo hacía, no iba a rendirse tan fácilmente, iba a ser el orgullo de su hermano y de sus hermanos adoptivos.

Caminar, caminar, caminar, era todo lo que hacía. Y disfrutar de las vistas, no siempre podía darse el lujo de salir a pasear o competir en la mayor carrera pokemón de Japón entero. Silbaba con gran emoción, pero tratando de no apresurse demasiado y así no quedar en ridículo frente a los demás cuando fuera el primer y único participante en las próximas dos horas.

Confianza // SKKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora