Capítulo 10

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A medida que se acercaba la hora de partir hacia el museo, Bang Chan se ponía cada vez más nervioso. Era un sentimiento injustificado, pero su cabeza le decía lo contrario.

¿Era porque quería ver a Felix y estar con él? ¿O porque quería evitarlo hasta poder ver con claridad la situación en la que él mismo se había metido?

Tomar distancia no siempre solucionaba las cosas, lo sabía de sobra, pero a veces uno necesita dar un paso atrás para poder tener mejor perspectiva del cuadro. Irónicamente, Chan se encontraba en ese enredo.

Se dijo en voz alta, mientras se ponía la camisa del uniforme, que no podía ser tan cobarde y debía enfrentar lo que sentía, pero con un poco de cautela. Tantear el terreno e ir con cuidado. No asustar a Felix.

Habían pasado dos días desde la entrevista con Minho. Aún no tenía respuesta a las preguntas que él le había propuesto para pensar. No, no encontraba relación entre Lix y su pasado. No, no sabía a qué se refería con los sentimientos reales y verdaderos. Tampoco creía que el hecho de mantenerlo secreto de sus amigos lo estaba estresando.

Eran cosas que pasaban y ya. Chan siempre estuvo rodeado de esas cosas que pasaban y ya.

Cuando entró en el museo, automáticamente sintió que algo andaba mal. Un nudo se formó en su estómago y se tensó con cada segundo que pasaba lejos de la sala de Lee Yongbok. Las manos también comenzaron a dolerle, sobre todo en las muñecas. Como si una soga estuviera atada a ellas y apretara y apretara y apretara.

A medida que se acercaba a él, Chan se ponía más y más nervioso. Comenzó a sudar, la boca se le secó y el corazón comenzó a latir rápido.

Sólo los separaban dos salas. Chan perdió la compostura y apresuró el paso. Cuando lo vio, sentado en la banca, no se sorprendió, pero sí lo hizo cuando se dio cuenta de que Felix no estaba de cara al cuadro. Felix miraba directo a la entrada.

Desde la puerta Bang Chan lo vio fruncir el ceño y girar el rostro tres cuartos. Se perdió unos segundos en el perfil del chico angelical y suspiró. El dolor en las muñecas no aflojó, sino que, al contrario, sintió un tirón aún más fuerte que lo hizo soltar un quejido.

Al volver a ver a Felix se dio cuenta de que el aura que lo rodeaba ya no era dorada. Algo había cambiado en él. En lugar de colores dorados y azules, había tonos rojizos que parecían emanar de su figura.

—¿Lixie? —lo llamó con voz dulce.

Felix hizo un sutil movimiento con sus labios, contrayéndolos, y Chan sintió un chasquido de lengua.

—No me vengas con eso, Bang Chan —recriminó el rubio. Levantó un poco la cabeza, con aires altivos. La nariz de botón de Felix en todo su esplendor. Algo en aquella acción le recordó a Campanita de Peter Pan. Quiso sonreír, pero sabía que la situación no lo ameritaba.

—No comprendo, ¿hay algo que haya hecho mal?

Chan se adelantó unos pasos. A pocos metros de llegar al lado de Felix, volvió a sentir el dolor en las manos. Cerró los ojos y respiró, intentando soportar el latigazo de dolor momentáneo.

—Vos decime —contestó Lix. Su cara seguía desviada. A Chan le dolía más eso que los pinchazos en las manos y muñecas—. ¿Qué hiciste?

—No lo sé, Felix. ¿Por qué estás tan enojado? No recuerdo haber hecho nada malo. ¿Te lastimé de alguna forma?

—¡A mí no, tonto! —Felix exclamó en un estallido. Volteó su rostro finalmente, y aunque aún no miraba a Chan a los ojos, levantó la mirada lo suficiente como para que el mayor se diera una idea de lo que pasaba detrás de ellos.

El chico del cuadro azul // CHANLIXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora