Le di un premio a Baxter por comportarse bien en el camino. Era un buen perro, solo que en ciertas ocasiones podría ser un poco abrumador para él viajar grandes distancias. Era un largo camino desde Estados Unidos hasta Australia. Byron Bay sería mi nuevo hogar por algunos meses, poca población y era un atractivo turístico muy importante. Por lo menos no me aburriría en mi tiempo libre. Seguía diciéndome eso todo el camino.
Había pedido transporte y con mis maletas más mi fiel compañero fuimos hasta el lugar en donde viviríamos por meses, esperaba que fueran pocos meses, esperaba durar. El conductor nos dejó a ambos en una entrada lujosa y se fue justo cuando le pagué con efectivo.
Todo era lindo y bien cuidado, pero no había nada. Solo era una entrada con muchos árboles y un muro considerablemente alto, no divisaba una casa o algo que indicara vida humana. Estaba en la entrada de la propiedad con cuatro valijas y un inquieto perro que tiraba de su correa.
—Debemos ser positivos. Muy positivos.
Dejé mis cosas en la entrada y traté de buscar algo para contactarme. Un timbre funcionaría o podría usar alguna señal de humo como era en los tiempos pasados.
No tenía el número del agente. No quiso dármelo por razones de seguridad por lo que me contacté por correo y llamadas por el teléfono de mi jefa.
Tomé mi celular marcando el número de mi jefa sin importarme la diferencia de horario.
—Te dije que no fueras un dolor de cabeza. —Fue lo primero que escuché.
—¿Sabes si la casa de mi cliente tiene timbre? —silencio—. No lo encuentro.
Cortó la llamada.
—Eso es un no. Debería encontrar otro trabajo. —murmuré hacia el celular.
Mi pantalla se iluminó dos minutos más tarde.
Jefa (Paula): Te atenderán.
—Gracias jefa. —Retracté mis palabras anteriores.
¿Me atenderán?
Eso sonaba a que lo harían pronto.
No fue mi caso.
Esperé y esperé por dos horas afuera y nadie tuvo la decencia de abrir la maldita puerta. Llamé a mi jefa y mandé muchos mensajes. Cero respuestas.
¡Sensacional!
—Viajo por mucho y de esta manera me reciben. —Estaba sentada en el suelo. Al lado de la puerta en la otra punta del mundo.
Me levanté. ¿Entrar sin permiso era allanamiento de morada?
Pasé mis maletas por el otro lado de la valla. Escuché como caían, esperaba que nada se rompiera. Pasar al otro lado sería complicado, escalé y mantuve la compostura para no titubear y caerme. Mi pierna derecha empezaba a doler por el esfuerzo demás que no debía estar haciendo.
ESTÁS LEYENDO
Solo quiero estar a tu lado
Teen FictionNichole, una fisioterapeuta en busca de sanar sus propias heridas, desembarca en la encantadora Byron Bay. Su misión: cerrar cicatrices emocionales mientras ayuda a otros. Pero todo cambia cuando Marcus, un paciente rebelde, desafía sus límites. La...