CAPÍTULO 9

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Placer

— Estoy cansada de ti Sergio, sabes te quiero completo, pero esperaba que me llevaras al éxtasis, pero no puedes ¿Qué te pasa? Ya son siete meses de parejas y nada de nada, me haces pensar que tienes problema, ya no puedo más. Estamos a punto y todo se viene abajo, no te produzco sensaciones o que, no te estoy comprendiendo.

—Cállate Zamire no grites, te escuchara Marcos.

—Que escuche, no me importa, es la verdad; no se te levanta conmigo el pene.

—No sé qué me está pasando vale, no eres tú, porque tú me encantas; tendré que ir a un médico para ver que está sucediendo.

—Te has tardado mucho. Te dejo solo, iré a dormir en la otra habitación—Se marchó, dejando solo al chico.

—¿Qué mierda me está pasando? Zamire se cansará de mí, tengo que darle placer o me botara como una mierda. Maldito pene que pretendes, con no levantarte a luchar, si tú eres bueno para eso.

Hola Zamire ¿Cómo estás? ¿Qué haces?

Un mensaje de Roger. Mordió sus labios antes de responder.

Roger bien, estoy acostada y tu ¿Qué haces?

Zamire aquí acostado tocándome en tu nombre.

Tú siempre con eso, ni se te levantara—Sonrió ante la pantalla del teléfono.

Que dices, ¿Quieres ver?

No, estás loco, chao iré a dormir y deja de estar tanto en Facebook.

Te quiero ver, eres muy guapa, tocarte toda, besar todo tu cuerpo.

Ella vio el mensaje, pero no respondió.

***

Era un lindo amanecer de noviembre, ya se estaba sintiendo la presencia de la navidad, las casas estaban siendo remodeladas y decoradas por la época que se acercaba.

—Zamire ¿anoche estaban peleando?—pregunto marcos mientras rellenaba la arepa.

—Ay Marcos ya me está obstinando Sergio—toma un sorbo de café.

—Habla con él, explícale todo y puedo apostar que lo resuelven.

—Ya le he explicado suficiente. Me voy, se me hace tarde para la clase.

—Que te vaya bien amiga, no hagas algo que yo no haría.

Ella se marchó a la universidad, en clase de filosofía, su mente era explorada, sus pensamientos maquinaban. Cuando se hicieron las diez de la mañana, la clase se dio por culminada. Salieron del salón de clase, ella camino por los pasillos del segundo piso, y al pasar frente a un salón solitario escucho su nombre; de pronto se acerca a la puerta. Ahí estaba el sentado.

—¡Hola Zamire entra!

Ella al ver a Roger su cuerpo se estremeció, su mente le decía que no entrara, pero el poder de la carne la debilito.

—¿Qué haces aquí tan solo?

—Pensando, no hay mejor opción que la soledad.

—Para eso no tienes que estar aquí. Puedes ir la biblioteca.

—No, aquí puedo estar contigo, ven siéntate hablemos. Ella se sentó, él se levantó, fue hasta la puerta y la cerro.

—¿Qué haces Roger?—en su rostro se divisaron los nervios que comenzaban a invadir su cuerpo.

—Nada, hare algo que he querido hacer desde hace mucho tiempo, pero ya no aguato, quiero estar contigo Zamire.

—Estás loco, abre la puerta.

—Yo sé que tú también quieres.

Se acercó a ella la agarró por el brazo. Ella no sabía qué hacer. Por una vez en su vida solo quería matar esa excitación que ha tenido.

—No Roger Basta, no podemos hacer esto.
El empezó a besar su cuello, ella se desprendió de él.

—No… no. Estás loco.

—Estoy así por ti, me tienes enloquecido, quiero tenerte junto a mí. —Le dijo acercándola a él.

—Aléjate—trato de gritar, pero las palabras no salieron.

Nuevamente empezó a besar su cuello, aproximo su boca al oído de ella diciéndole “Esta bien yo sé que quieres, nadie tiene que enterarse de lo que estamos haciendo”.

—Estás loco Roger, este lugar no es adecuado.

Él le quito las manos, la pego contra el pizarrón suspirando por el cuerpo de la chica. Ella solo se entregó al placer que no le había dado su novio. La destrabó. Ella empezó a pasar sus manos por toda la musculatura del joven.

—Soy todo tuyo Zamire —Susurro.

—No hables Roger, cállate.

El salón se convirtió en un cuarto de hotel. Ella comenzó a retirar la ropa del chico, besando sus pectorales, bajando por su abdomen. El éxtasis de Roger la elevaba al cielo. La alzo por los cabellos, ella gimió, pero su rostro mostraba la sensación de placer. Le quito cada prenda de vestir, beso sus senos, llegando hasta los labios de la vagina; ella giraba sus ojos, su cuerpo estaba torciéndose por el juego de la lengua del joven.

—Roger me encantas, me haces ver estrellas con tu lengua.

—¿Quieres que te penetre?

—Si penétrame, quiero ser tú ya.

El calor del erecto pene, el placer se sentía en el escritorio. Las horas pasaron, ambos se entregaban a la seducción y al placer.

Salieron como si nada de ese salón. Ella se fue a su casa y se ducho, sin nada que contar ante la situación. Pero empezó a sentir culpa por lo que había cometido. Si Sergio se enteraba no la perdonaría.

Roger llego a su cuarto de residencia, lanzándose a la cama. Su cuerpo todavía estaba enérgico por lo que había logrado satisfacer.

Love At HomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora