CAPÍTULO 12: Dolores

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                    El pequeño escritor se encuentra en problemas. Dolores encontró sus notas, ya en limpio, todo lo que había escrito hasta ese momento, y  al principio no estaba de acuerdo en esa historia. Era la de su familia, en la de su prima y su tío. Estuvo enojada todo el día, dejando al niño sin máquina de escribir, sin su tío Antonio, que tampoco se salvó de los sermones de su hermana mayor. Mariano solo se dispuso al "obedece a tu madre".

                     Lucas pasó la tarde solo, furioso del gran avance que llevaba su épica historia de amor, que no solo llamaba la atención por su trama, sino por los protagonistas en sí. En el columpio de la plaza se encontraba. No aceptó ninguna invitación de ningún niño, no quería contacto, ni abrazos. Solo pensaba en lo mucho que había estado escribiendo solo para que su madre lo regañara. ¿Había algo que no quería que su hijo supiera? Mientras, ella se encontraba en una habitación vieja pero intacta. Llevaba varias faldas para guardar, que ya no las podía usar debido a su ya avanzado embarazo. El ropero verde esmeralda estaba intacto y, al abrirlo, un perfume la abrazó, dejándola sentada en aquella cama vacía, con un llanto que se destapó después de tanto tiempo. Camilo, quien justo pasaba por el pasillo de aquella habitación, entró para ver lo que sucedía, y era su hermana.

- Tranquila, ven – la abrazó.

- ¡¡¿Por qué?!! ¿Por qué hablé? ¡Pensé que iba a ser mejor para la familia! ¡Soy una miserable! ¡Mi don me trajo desgracia! – lloraba, con una voz más alta de lo normal, mientras que su hermano hacía lo posible para consolarla. - ¡Mirabel, perdóname! ¡Quería verte feliz, pero lo arruiné! – Nadie más en Casita los escuchó, pero ambos lloraban ahora. Aquella habitación era de ella, de aquella jovencita que llenaba la casa de alegría, hoy, su cuarto yace vacío.

             Camilo acompañó a Dolores a su cuarto, donde se recostaría. Su panza estaba dura y dolía. De tanto llanto y pena en el alma hizo que su pancita se endureciera un poco más, lo que preocupó a Pepa y Julieta.

- Duerme mi niña – le susurró Pepa, con algunas arepas que su hermana le acercó.

                  Dolores tenía un muy mal recuerdo, el que la llevó a un reposo absoluto, de acuerdo al consejo del doctor de urgencias que Mariano llamó. Nadie supo decir a qué se debía, pero ella sí. Recordaba como si fuera ayer aquella noche, maldita noche que todo acabaría mal, muy mal. Cuando todos se fueron de su habitación, abrió sus ojos, condenados por un evento que no debió pasar. Tal vez Dolores no podía evitar otras situaciones del destino, pero esta se escapó por sus propias manos. Pensó en ayudar cuando en realidad, lo empeoró todo.

              Hubo varias cenas las cuales la familia Madrigal disfrutaba a pleno, bajo una esplendorosa luna rodeada de estrellas singulares. Todos en la mesa, desde los primos, hasta los padres, Abuela y Valentina. Mirabel y Bruno, de repente, y para sorpresa de todos, se sentaron juntos nuevamente. Reían a un ritmo distinto a lo de su familia, bromeaban en forma particular y entre líneas, que nadie entendía. Agustín, Pepa, Julieta y Camilo comenzaban a notar algo raro, diferente de lo habitual, pero todo quedaba ahí, sin tocar, o pasado por desapercibido, a excepción de Dolores. Bruno ya reía y se encontraba relajado, lo que a Alma la alarmó, porque él mismo había advertido de un ataque, el cual todavía no había ocurrido, y había pasado bastante tiempo desde aquella visión.

                 Luego de la cena, ya cuando todos sus primos subieran a sus cuartos, Abuela mandó a llamar a su hijo. Antes de bajar, Bruno se había despedido de Mirabel, con un beso sutil, detrás de las columnas gruesas de Casita, frente a la puerta. Ella subió las escaleras, él quedó contemplándola, pero, sin saberlo, a las afueras, Cristóbal, recién llegado del exterior y quien pasaría a saludar a los Madrigal, los vio juntos y sin advertir nada se retiró. Se hizo presente el llamado de Julieta para Bruno. Los portones se cerraron y se fue a la cocina.

Hasta Nuestro Último DíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora