Posponer tu Muerte

14 1 0
                                    

—¡No lo hagas! No tienes por qué hacer esto.

El frío metal de la barra tras mi espalda me congelaba los dedos hasta el punto de doler. No sé si era por el frío o por mi fuerza de agarre, pero los sentía tan entumidos como una estatua.

A mis pies, el tráfico bajo el puente parecía ajeno a todo lo que hacía aquí arriba.

—Deberías meterte en tus asuntos. Largo.

Mi cuerpo parecía un péndulo. Apenas sostenido por mis dedos sobre la barra. Un pie ya estaba en la nada y yo solo observaba al cielo.

''Al fin te veré''.

Me sentía nerviosa, pero por primera vez en mucho tiempo sentía algo de paz en mi interior. Un peso desapareció de mis hombros. Estaba ansiosa.

''Quiero ir contigo''.

—¡Sal conmigo!

Su voz trémula me hizo entrar en una especie de trance. Mi cuerpo se congeló y fui arrancada de mi realidad un segundo. El sonido de los autos era lo único que me conectaba con ese momento.

Mis pies estaban juntos ahora mientras yo aún seguía analizando lo que dijo.

Le vi por primera vez desde que había llegado. La farola a su derecha iluminaba perfectamente su presencia. Su nariz estaba roja como una pequeña cereza, sus labios rosados y temblorosos dejaban escapar pequeñas nubes de vapor y sus ojos, hinchados por la sal de un llanto que desconocía, me miraban suplicantes. Se veía realmente afectado por mi decisión.

—¿Qué dices? — Fue lo único que pude articular.

Su boca se abrió un par de veces, quizá temblando por el frío, porque su decisión y firmeza fueron transmitidas en cálidas mantas de seguridad por su voz.

—Si crees que no tienes razones para estar viva, déjame convertirme en una. Crees que no tienes a nadie, déjame ser alguien. Dices que no te queda nada, déjame ser algo.

¿Ahora?, ¿Justo ahora alguien se atrevía a notarme para tender una mano?

Tragué la saliva de mi boca. Quizá para deshacer el nudo de mi garganta o para no soltar improperios llenos de frustración e indignación. No quería llorar frente a nadie en este momento tan importante, pero sus palabras tocaban las fibras más sensibles de mi alma porque esas eran las palabras que quería escuchar desde hace tiempo: 'Quiero darte razones para vivir'.

¿Pero me las dan ahora?

Sus ojos sobre mí me hacían sentir expuesta. Recordé lo desprotegida que estoy. Lo odio.

Desvíe la mirada e hice uso de mi mejor voz para detenerlo.

—Yo no quiero estar viva— el sonido salió ronco por el esfuerzo de no soltar ningún sollozo— Déjame morir en paz.

—Dos meses. Dame solo dos meses para mostrarte que vale la pena estar en este mundo. Para mostrarte que aún hay razones para seguir adelante. No te vayas sin intentarlo una vez más.

Ya no podía hablar. Apenas podía respirar por soportar el llanto contenido en mi garganta.

Inhalé y exhalé con un suspiro fantasmal. Vi el cielo, justo como me habían enseñado. La noche era fría, justo como en esa ocasión.

Yo estaba lista para irme. Había dado todo de mí hasta sentirme más que cansada, hasta escuchar cómo mi cabello también exhalaba su último aliento. Yo estaba demasiado cansada de caminar de un lugar que me incomoda a uno que me estresa. Cansada de comer para que el estómago deje de doler. Cansada de hablar y sonreír para que la gente deje de preguntar. Estaba cansada de vivir. De respirar. De ver. De sentir. De escuchar. Yo estaba demasiado cansada y triste... y estaba lista para irme.

''No te vayas sin intentarlo una vez más''.

Pero...

¿Puedo irme así?

Por un momento su voz fantasmal me reprochó mis acciones. Podía sentir sus ojos clavados en mi espalda. Casi podía imaginarlo con la mirada enmarcada por sus cejas en una expresión de total desaprobación. Adolorido por mi decisión porque él me hizo prometer vivir muchos años, aunque él no estuviera para compartirlos conmigo.

Al principio podía hacerlo. Fueron meses difíciles, pero podía llegar de nuevo a casa y sentir que estaba haciéndolo bien sin él. Pero tragedia tras tragedia... Noticia tras noticia... Sin él era muy duro soportar los golpes... Lo extrañaba demasiado.

Una lágrima corrió por mi mejilla helada antes de volverse hielo.

Solté un suspiro. Otro de resignación.

''Por favor, solo espérame un poco más''.

Lo sentí sonreír con su gesto de amable ganador.

Me giré sobre mi lugar, esta vez con cuidado de que mis pies no resbalaran por la piedra lisa. Mis manos estaban acalambradas sobre el metal, pero aun así logré alzar una en dirección al joven que me miraba con demasiada intensidad, como si en cualquier momento se desesperara y saltaría de su lugar.

—Mes y medio. — Tardó unos segundos en comprender. Conforme hablaba su gesto se suavizaba— tengo prisa en irme, pero te daré mes y medio para hacerme cambiar de opinión.

A este punto ya las lágrimas corrían con libertad y congelaban mi rostro. Ya no me importaba mostrarle ese lado patético. Acaba de interrumpir mi suicidio, no creo que le moleste verme llorar.

—De acuerdo.

Su sonrisa se ensanchó hasta mostrar una dentadura blanca. Hoyuelos se sumían en las mejillas sonrosadas dándole una apariencia casi inocente.

Se acercó en un par de zancadas. Tomó mi mano y con un suspiro me levantó para ponerme a su lado. Ya estaba dentro del puente, a salvo del suelo frenético y frente a él.

Era más alto de lo que creí y más fuerte de lo que pensé. Sus ojos parecían encapsular el atardecer entre su color miel y las lágrimas traviesas que lograban escabullirse aún.

Una exhalación de alivio salió de su boca en forma de vapor y la tensión de sus hombros se desvaneció con ello. Su sonrisa se extendió triste por su rostro y sus ojos amables miraban a los míos con un dejo de agradecimiento.

—Espero sea tiempo suficiente para mostrarte lo bueno de existir.

Sus mangas se deslizaron por mis mejillas para limpiar mis lágrimas. Pequeños sollozos salían de mí. De nuevo me sentía increíblemente exhausta. La ligereza que había experimentado al principio se había ido. Solo quería dormir.

Empecé a temblar, no sé si de miedo, dolor, tristeza o frío. O quizá por toda la tensión acumulada en tan poco tiempo. Sea como fuese, él me abrazó con cuidado de no romperme y los latidos de su corazón tintineaban en mis tímpanos.

¿Mes y medio es tiempo suficiente para salvar a alguien?, ¿Lo hace por ser buena persona o porque quiere expiarse de algo?, ¿Me está usando para limpiar su consciencia?

¿Está bien que siga viviendo?

Dejé que el frío, su calor y su aroma relajaran mi cuerpo. Las preguntas siempre estarían y tenía suficiente tiempo para responderlas de una en una. Pase lo que pase a partir de ahora, supongo que será mejor que lo que he estado viviendo hasta este punto.

Cuando mis sollozos dejaron de ser murmullos y el temblor en mi cuerpo se desvaneció, su voz volvió a irrumpir nuestro silencio con la más lógica de sus frases hasta el momento:

—A todo esto... ¿Cómo te llamas?

Y por primera vez en meses una vibración se extendió desde mi pecho hasta mi garganta. Quizá sonaba rota o extraña, pero era genuina.

Por primera vez me reía de verdad.

Cuentos que no quiero perderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora