Suplício XIII

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Porque cuando estábamos controlados por la carne, las pasiones pecaminosas provocadas por la Ley obraban en nuestros cuerpos, de modo que dábamos fruto para “muerte”.
Romanos 7:5

La música estridente del club  invadía los tímpanos de manera llevadera, el humo del hielo seco se mezclaba con las luces de colores y a cada momento el ambiente parecía más intenso.

Los mechones, anaranjados y lisos, eran acariciados, el pequeño cuerpo abrazaba al Diablo, sintiendo su poderoso calor, que lo calmaba, le daba seguridad.
Tal gesto de cariño se prolongó durante largos minutos; Jimin no quería que terminara, no quería dejarlo ir.
Había un torbellino de sentimientos dentro de él; la desilusión era pesada y el dolor que sentía por todo lo que estaba pasando era enorme, su mundo se había derrumbado y ahora lo único que le quedaba era un cuerpo ferviente que lo acariciaba y protegía de ese mal.

Jeon no se sentía bien viéndolo así, siempre tan lastimado, golpeado, a pesar de no ser merecedor de ningún tipo de sufrimiento; pero infelizmente el mundo siempre fue así, los buenos se hieren y caen, para que los malos sigan fuertes, de pie.

—Quiero que olvides todo lo que pasó, no quiero que guardes un solo recuerdo tan asqueroso dentro de este lugar.—susurró con calma—Sé que será difícil, pero te pido que lo intentes, para que aproveches el resto de la noche a mi lado.—continuó con su voz baja.

Jungkook podía sentir el dolor dentro del pecho del pelirrojo.

Apoyó la mano sobre el rostro delicado, volteándolo hacia él.
Divagó sobre esos luceros repletos de dulzura inalcanzable y perpetua, que tenían un poder tan violento, incluso si no lo supiera.

—Ansío que te quedes, que duermas conmigo y que despiertes junto a mí.—continuó con sus palabras.—Quédate aquí, por favor.—finalizó, poniendo una mano sobre la nuca ajena, permitiendo que su pulgar acariciara la mejilla gordita.

A pesar de las palabras melosas, existía una seriedad que las envolvían, el tono bajo, grave, de rostro serio, rompía todo romanticismo del Demonio.
Para Jimin fue una de las mejores cosas que pudo haber oído, principalmente esa noche.

—Me quedo contigo.—respondió con dulzura y timidez.  Fue como si se hubiera desconectado por un segundo y Jeon fuera el único protagonista de su vida, alguien capaz de disipar un recuerdo tan doloroso.—Realmente quiero quedarme.

Sonrío tímido, permitiendo que sus mejillas coloradas subieran y sus ojitos se cerraran, mientras asentía.

El Maligno sonrió con cinismo, enteramente corrompido por la ternura del menor.

Lentamente el Demonio se acercó, juntando las narices, pudo sentir la respiración caliente, era difícil de admitir, pero fue innegable, era bueno estar así, tan cerca.
Juntó sus labios pecadores a los carnudos y suaves, en un casto beso, rápido y delicado.

—Vamos a sentarnos.—las palabras fueron dichas junto a la acción.

Lucifer tomó la mano pequeña, guiándolos para uno de los grandes sofás de cuero negro, donde estaba sentado Hoseok.

Park se sentía incómodo, todo ese ambiente no hacía parte de sus costumbres; a pesar de no parecer tan desagradable por el momento. Sin embargo, estaba seguro de que no volvería

El Diablo se sentó sobre el fino cuero, relajando su espalda ancha, que estaba cubierta por un carísimo terno, abrió levemente las piernas y respiró para finalmente expulsar todo el aire y relajarse. Hizo un gesto con la cabeza, para que Jimin se sentara a su lado. Lo vio acercarse y apoyarse con cierta tensión.

—Hobe, trae dos tragos, uno sin alcohol.—dijo astuto.

Hoseok no tenía una expresión de felicidad, por el contrario, su rostro con puchero de insatisfacción y su mirada burlona aclaraban muchas cosas.

Caliente como el infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora