La promesa

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4 de agosto del 2017.

Era el cuadragésimo quinto cumpleaños de Cosimo Moon y todos los presentes se sentían dichosos de haber recibido la invitación del festejo anual, el cual se llevaba a cabo en el gran salón de banquetes de la propiedad Moon An.

Cada invitado se había preparado semanas antes para exhibir su llegada en coches de lujos, en donde descendían con trajes hechos a la medida, el último grito de la moda en accesorios, calzados de alta costura, en otras palabras, era como una mezcla de alfombras rojas entre los Oscar y la Met Gala, pero en un camino elaborado de cristal.

Más de una reacción acaparaba una persona, con la intención de ser criticado en buena o mala manera y, a pesar de categorizarse como una celebración íntima, la pieza social acogía alrededor de 200 visitantes, quienes parloteaban, murmuraban, ingerían, cantaban y bailaban al ritmo de Elton John.

Para Candelaria Loughty, eso era lo más aburrido que podía existir, se imaginaba pues que sería una celebración divertida al tratarse de un señor de alcurnia, pero ¿Qué consideraba ella por divertido? ¿Una demostración de fuegos artificiales como Disney Enchantment? ¿Un mini concierto de sus cantantes de Disney Channel preferidos? No, eso no sería agradable para adultos que estaban cerca del quinto piso de la vida.

Candelaria ya no toleraba el hecho de contemplar los comportamientos de la alta sociedad estadounidense, por lo que observó de un lado a otro que nadie la estuviera vigilando para así emprender su huida, necesitaba salir de allí con urgencia o moriría de aburrimiento.

Al escabullirse sintió el frío viento de la noche de agosto, cosa que lo consideró como una sensación maravillosa y al alzar su mirada divisó una gema brillante, capaz de iluminar el fondo del océano y, acompañada de los infinitos diamantes que adornaban el manto azul oscuro, hacían la combinación perfecta para un mágico acontecimiento.

Era la primera vez en que Candelaria asistía a un domicilio Moon y, luego de haber escuchado mucho de ellos se mantuvo atenta a cada uno de los detalles, mientras se aventuraba a una excursión no autorizada en los alrededores de Moon An.

Ella estaba deslumbrada por todo lo que captaban sus ojos, mueblería traída de Italia, decoración moderna, jardín con flores de distintos colores, diseños únicos en piedra; la chica quería llevarse todo lo que veía, pero sabía que no podía hacerlo, así que optó por agarrar una de las preciosas rocas de la vivienda.

Era una muchacha que se distraía con facilidad y cómo no, cualquier persona de su edad lo haría si accediera al gran área de recreación que contaba con un boliche en el centro, máquinas de juegos de un lado y en las otras tres motos de máquinas simuladoras. Esa era una espléndida sala de entretenimiento.

A esas alturas, estaba más cerca de los cuartos privados de la familia Moon An y eso sí que era un problema, porque adyacente a esa habitación se ubicaba el estudio del anfitrión y, dentro de él se estaba desarrollando una discusión acerca del futuro de cinco primos Moon.

- Clay Moon, tú le has traído desgracia a nuestra familia –dijo una voz masculina desde la pieza conexa.

- Papá, no es su culpa -manifestó una voz grave y en comparación con la primera, la segunda era dueña de alguien más joven.

Candelaria pensó que aquel era el preciso momento para retirarse, pero algo dentro de ella la hizo acercarse a la pared en donde proferían los gritos.

- Cállate, Tae Yang –ella no conocía a nadie con ese nombre, así que le pareció original.

Sin embargo, en el despacho de Cosimo Moon, en lo que menos se interesaban era en los singulares nombres de sus herederos.

Por ti aprendí a odiarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora