El viento soplaba con fuerza llevándose las hojas caídas de los árboles de la granja y elevándolas para llevarlas lejos, los tres granjeros que se movían de un lado para otro, terminaban de recoger las últimas frutas y de encerrar a los animales en sus corrales, asegurándose con rapidez de que no les mojara la lluvia y se puedan mantener calientes.
El pronóstico de la mañana decía que quizás llovería toda la noche y el agua no se detendría hasta la tarde del día siguiente.
- ¡Apúrate, Maya! - gritó Franklin, uno de los trabajadores más viejos de aquel lugar - La lluvia se va a hacer más fuerte.
- ¡Voy!
Una alta y oscura mujer corrió en dirección a la casa, sujetando contra sí misma un gato negro, que maullaba con desesperación al sentir que las frías gotas de lluvia lo mojaban.
- No chille, le advertí que no me siguiera - besó la cabeza del animal que maullaba de manera dramática, como si el agua le estuviera quemando - ay, que dramático.
Entró en la casa mientras soltaba al felino y fue en busca de una toalla para secarse y secar al gato de las gotas que le cayeron encima.
- ¿Encerraste bien a las vacas? - Frank cuestionó, tendiéndole un pocillo con chocolate caliente - Aprovecha, que ya no hay más leche.
- ¿Y la que ordeñé en la mañana? -ella, asintiendo a su pregunta, tomó la taza con el ceño fruncido, dio un pequeño sorbo e hizo mala cara - Está muy dulce.
- Ni tanto - murmuró la paliducha joven que habitaba y trabajaba también allí - Toda esa leche ya está separada.
La casa quedó en silencio, mientras que la tempestad se desataba afuera, de fondo se escuchaba el golpear contra el techo las gotas de lluvia y tras ellas los fuertes truenos que de vez en cuando iluminaban el oscuro cielo y hacían retumbar la casa.
- ¡Turmalina! - gritó Maya al bigotudo gato negro que hace unos minutos parecía sufrir, este no dudó en correr en su dirección y saltar a su regazo - Cosita preciosa, mimado de mamá. - Empezó a secarlo de igual manera, disfrutando de como este se dejaba hacer a gusto.
Elevó sus oscuros ojos, cuando escuchó una corta risa y un suspiro cansado.
- Sigo sin creer que el gato tenga nombre de piedra - la castaña pecosa, llamada Julieta, se carcajeó - pobrecito.
Maya rodó sus ojos y negó.
- Nada de pobrecito - rascó bajo el mentón y en la cocina, todos pudieron escuchar al felino ronronear - mi chiquito sabe por qué tiene ese hermoso nombre de piedra.
- ¿No se cansan de tener siempre está conversación? - el canoso Frank murmuró, remojando su pan lleno de mantequilla en el chocolate - Parecen discos rayados.
Las dos guardaron silencio y siguieron comiendo del mismo modo. Al terminar, cada quien lavó su pocillo y se fue a su habitación para descansar.
El frío viento ingresaba por debajo de las puertas y por algunos espacios sin tapar que tenían las ventanas, haciendo así, que la casa se tornara un poco más fría de lo habitual.
En aquel lugar la época de lluvias era la peor, pues para algunos era una bendición y para otros una tortura.
A Maya y a Julieta les encantaba ese tipo de clima porque podían relajarse un rato y descansar un poco de la tierra, pero a Franklin o Frank como solían llamarlo siempre, más bien parece molestarle pues dice que con el frío, su cuerpo duele y que además, eso hace que se retrase en su trabajo.
Luego de quince minutos de silencio y paz, la puerta de la casa fue tocada con fuerza haciendo que el silencio y la tranquilidad se esfumaran por completo.
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Moriría por ti.
Short StoryJavier solo quiere saber porque Maya escapó el día de su boda. 14/05/22 Derechos de la imagen a quien correspondan.