No sé en qué momento de la noche todo se fue a la mierda. Y no hablo sólo por hablar. Estoy ebria, muy ebria, y me encontré a Fer y a su amigo hace poco y ahora estamos todos juntos en la parte de arriba.
—Necesito ir al baño de nuevo. —Le digo a Fer y ella me mira mal.
—No, fuiste hace 15 minutos, espera un poco. —Me regaña y todos ríen.
—Deberíamos ir a mi apartamento, esto ya está algo aburrido. —Sugiere el amigo de Fer cuyo nombre olvidé. Miro a María y ella me mira a mí. Fer se levanta y María también lo hace.
— ¿Quieres ir? —Le pregunto y ella asiente, me tambaleo un poco bajando las escaleras, pero por suerte Fer me sostiene para no caer, lo cual le agradezco mucho. Fer se va en el carro con su amigo y miro a María. —No estás ebria, ¿o sí? —Pregunto cuando la veo subir a su moto.
—No. —Dice riendo. —Tengo mucha tolerancia al alcohol. —Murmura antes de colocarse el casco. Me ayuda a subir y toma una de mis manos para que me sujete bien a ella. —Intenta no tambalearte como en las escaleras y necesito saber sí te siente mareada, sólo dime. —Creo que le preocupa que me caiga.
—Estoy bien. —Murmuro y ella enciende la moto. Cuando empieza moverse apoyo mi cabeza en su espalda y cierro los ojos, puedo sentir como nos movemos rápido y como mi cabello me golpea la cara.
No sé cuánto tiempo vagamos, pero sé que cada vez que acelera me aferro más a su cintura y escucho su risa cuando lo hago. La moto se detiene pero no me suelto de ella hasta que habla.
— ¿Todo bien? —Dice suavemente y yo abro los ojos.
—Bastante relajado. —Me separo de su espalda y bajo con cuidado de no caer de bruces.
— ¿De verdad? Porque ya luces bastante ebria. —Aún lleva el casco pero sé que está sonriendo.
—Para ser menor que yo eres bastante irrespetuosa. —Gruño, lo cual desata una sonora carcajada de sus labios. No puedo evitar sonreír al escucharla. Se quita el casco y me mira con ojos chispeantes. ¿Cómo es que todavía está tan sobria?
—Escucha. —Me sonríe. —Pensé que eras una chica tranquila por no salir de fiestas, pero con ese comentario acabas revelar que eres una anciana prematura. —Ríe. Me hace gracia su pequeño chiste, no lo voy a negar.
—Y bastante imprudente también. —Añado y me giro para revisar mi teléfono. Escucho su risa y sonrío. ¿Desde cuándo sonrío tanto?
— ¿Van a venir o no? —Gruñe con fastidio. ¿Estuvieron todo ese tiempo viéndonos? María pasa delante de mí y entra al edificio con ellos. Me apresuro en alcanzarlos para tomar el ascensor juntos.