Angélica entra con un tazón de palomitas, lo deja frente a la mesa y se sienta junto a mí.
—Jorge ya debe estar por llegar. —Dice distraída mientras mira su teléfono. Yo reviso el mío para ver si Mari ha escrito, pero no encuentro ningún mensaje de ella. Me pregunto que estará haciendo, probablemente esté preparándose para ir a trabajar, son las casi las nueve de la noche y dijo que le tocaba el último turno.
Los toquidos en la puerta hacen que Angélica corra hasta ella y segundos después escucho las voces. Cuando vuelven a la sala me percato de que ha venido también un amigo de Jorge. Es alto y un poco delgado.
—Así que decidiste salir de tu pequeña cueva. —Se burla Jorge antes de saludarme. —Él es Miguel, estudia también en la misma universidad que tú. —Señala a su amigo y yo lo saludo con la mano.
Angélica y Jorge van a la cocina a preparar no sé cosa y nos dejan solos. Juego con mis dedos mientras espero que vuelvan, Miguel me mira y luego me sonríe.
— ¿Cómo te llamas? —Pregunta intentando crear conversación y romper el hielo.
—Verónica. —Digo y él ríe.
— ¿Cómo la canción de Caramelos de Cianuro? —Ríe y yo sonrío. Que original, es la persona n°47264 en hacer ese chiste.
—No, como mi abuela paterna. —Le sonrío falsamente.
Angélica y Jorge vuelven y finalmente podemos empezar a ver la película. En toda la película no dejaba de revisar si me había enviado un mensaje, pero no escribió en toda la película.
—Ya tengo que irme. —Me levanto del sofá y camino hasta la puerta. Cruzo la calle y llego hasta la puerta de la casa. Mi madre está leyendo un libro en la sala, voy a la cocina para prepararme un sándwich y luego ir a mi habitación.
Tomo mi teléfono y le envío un mensaje de buenas noches antes de meterme bajo las cobijas.