El sol comenzaba a hacer acto de presencia, colando sus rayos a través de las claras cortinas que cubrían vagamente los altos ventanales de la habitación.
Jungwon miró su entorno confundido cuando abrió sus ojitos. Se sentó con cuidado en la cama, quejándose por lo bajo cuando una punzada se instaló en su espalda baja.
Intentó removerse un poco al notar que se encontraba sólo en aquella cama queen size, más una presión en su tobillo izquierdo le impidió moverse con libertad; retiró la suave manta que cubría su desnudez y fue entonces que lo notó.
Unas malditas esposas lo mantenían unido al pilar que sobresalía de la base de la cama.
Aquel maldito lo había atado a la cama de nuevo.
Sintió unas fuertes ganas de llorar apoderarse por completo de su cuerpo.
Claro, ¿qué esperaba? ¿que mágicamente aquel hombre ablandara su corazón y que lo dejaría ir? Pero que imbécil fue. El hecho de que hubieran tenido sexo consensuado no cambiaba absolutamente nada.
Estaba ahí, en un lugar que desconocía, en contra de su voluntad y con un terrible dolor de culo.
Sin poder prevenirlo, gruesas lágrimas cristalinas descendieron de sus ojitos rasgados.
Un fuerte sollozo lastimero brotó desde su pecho y se abrazó a sí mismo en un inútil intento de sentirse menos desprotegido.+
Tan patético.
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