Aún no sé su nombre.

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La vi allí,
sentada sobre
el bordillo de la acera,
con un cuaderno
y un bolígrafo en
los dedos, quemando
la punta sobre
el folio blanco
a la vez que fumaba
aquel Marlboro mentolado
mientras sus manos
pálidas de dedos
largos recogían sus mechones
azulados tras su oreja.

Sonó la campana.

Pedí al cielo que subiera
conmigo las escaleras.

Apagó el cigarrillo
sobre la calzada
y subió lentamente,
como si no hubiera
nadie más que ella.

Yo no fui
capaz de ver a
nadie más.

Aún no sé su nombre.

Seguro que es
casi tan bonito
como ella.

Clara.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora