Es la mejor hamburguesa que me he comido en mi vida y no es exageración. Hablamos un poco de trivialidades después de comer.
—¿Quieres hacer algo más? —Me atrevo a preguntar. Mari saca su teléfono y mira algo rápidamente.
—Puedo faltar hoy al trabajo, podemos ver una película. —Vuelve a guardar su teléfono. Me emociona mucho la idea, no lo voy a negar, pero no quiero porque probablemente Valentina esté en el dormitorio y no podremos hacer mucho ruido. —Mi apartamento queda a unas pocas cuadras de aquí. —Dice y es como si me hubiera leído la mente.
— ¿Segura? —Ella asiente y no dice nada más. Empieza a caminar hasta la moto y yo la sigo. Mi corazón late rápido y comienzo a ponerme nerviosa de nuevo. ¿Cómo es que me me intimida tanto?
Sale del lugar y cinco minutos después estamos fuera de un edificio azul. Camino detrás de ella hasta las escaleras. Subimos un par de pisos, nos detenemos frente a la puerta, la abre y me deja pasar primero.
No es grande, pero tampoco es pequeño, es el espacio necesario para vivir cómodamente. Tiene sofás de color negro, junto con una mesa y un televisor con luces neón detrás, se ve muy cool. Hay un mueble de madera con muchas copas y vasos muy bonitos.
— ¿Quieres algo de beber? —Pregunta mientras deja las llaves sobre la mesita. Me giro a mirarla.
— ¿Qué tienes? —La miro y ella ríe.
— ¿Si recuerdas que soy bartender? —Dice aún riendo. Me siento tonta, pero igual me río.
—Sorpréndeme. —Alza una ceja y luego se va a lo que supongo que es la cocina. Sigo curioseando la sala, tiene muchos adornos relacionado con diferentes licores, sin mencionar la vitrina de licores y cervezas que parecen de colección.
Ya veo que eso es algo que de verdad la apasiona.
—Espero que te guste el vodka. —Murmura asustándome por completo. Me entrega un vaso y me mira invitándome a probarlo. Le doy un trago y me sorprende lo delicioso que sabe.
—Está muy bueno. —Le aseguro.