1. Sensual Paranoia

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Narra Inuyasha:

-Mira cómo se sonroja el pobrecito -dijo una de ellas poniendo sus enormes senos en mi cara -, te gusta esto, ¿verdad, niñito?

Su risa divertida hacía eco en el depósito de Educación Física.

-Claro que le gusta, mira el bulto en su pantalón...

El sudor de mis manos hacía que éstas se pegaran a la colchoneta sobre la que estaba retenido.

- ¿Quieres tocarlas? Anda, no seas tímido -dijo otra, pegando sus pechos a los de su amiga.

Había oído de ellas, y de lo que les hacían a chicos de grados inferiores, por eso los chicos andaban siempre en grupos, pero nunca pensé que me pasaría a mí.

- ¿Quieres que se toquen para ti? -agregó otra, comenzando a subir mi remera.

-Pide lo que quieras, pequeño...

Me falta el aire, necesito mi inhalador. El pecho me da puntadas, me oprime. Necesito mi inhalador. De verdad lo necesito.

-Sólo disfruta -sus ojos cafés son diabólicos. La puerta se abrió de repente.

- ¡Hey, ¿qué creen que están haciendo?! -su voz es tan dulce que creí sentir el llamado de la salvación.

Desperté de golpe, me había caído de la cama. Apoyé mi frente contra la alfombra, sentí las gotas de sudor cayendo de mi sien por acción gravitacional. Inhalé y exhalé profundo varias veces.

-Otra vez... esa pesadilla -murmuré con cierta incomodidad en mi pecho.

La puerta de mi habitación se abrió, dejando ver a mi hermano mayor.

-Oí un ruido, ¿está todo bien? -preguntó, aunque en su voz no percibí una creíble preocupación. Asentí con la cabeza.

-Sólo tuve una pesadilla, Sesshômaru, ya bajo a desayunar -respondí, tratando de restarle importancia.

Sus ojos ambarinos me miraban con seriedad, aunque en ellos también parecía haber un leve grado de preocupación latente.

-Ok. Te espero abajo -agregó, y desapareció tras cerrar la puerta.

Suspiré y luego fui al cuarto de baño para prepararme para asistir a clases.

Soy el menor de dos hermanos, y mi nombre es Inuyasha. Mi madre murió hace cuatro años, lo que representó un gran cambio en mi vida, y desde entonces vivo con mi hermano Sesshômaru en Tokyo. Echo de menos mi antigua ciudad... Pequeña, poco ruidosa, relajante.

Me doy una mirada en el espejo, y aprecio los rasgos que me asemejan a mi hermano mayor. Bueno, medio hermano, pero en fin... Ambos tenemos el cabello platinado y los ojos de color miel como mi difunto padre. Él murió incluso antes que mi madre, por una enfermedad terminal, y ella, sumida en la depresión, lo siguió y se dejó morir día a día de tristeza.

-Deberías ir al psicólogo, Inuyasha -me aconsejó Sesshômaru, abriendo un paquete de sus galletitas favoritas -. Sé que no quieres hablar de eso, pero esas pesadillas son demasiado frecuentes, debió existir en tu infancia un episodio traumático que encadenó una serie de...

Olvidé mencionarlo, Sesshômaru es psicólogo, y tiene la mala costumbre de observar y analizar a todo el mundo.

Especialmente a mí.

-No me analices, por favor -le pedí, levantando una de mis manos al aire, como si con ese gesto pudiera detener la verborragia que salía a borbotones de su boca.

-Si no lo superas, puedes terminar... -no lo dejo terminar, no quiero escuchar una palabra más con términos psicológicos.

-Ok, ok, ok... Si te hace feliz, lo haré, iré.

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