14. Love

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Los días siguieron su curso, convirtiéndose en semanas y meses. Habían pasado tres meses desde el momento en que Horacio y Volkov volvieron a verse.

El verano definitivamente había abandonado la ciudad, y el frío se abría paso cada vez con más insistencia. A pesar de eso, tanto el de cresta como el ruso podían jurar que pocas veces habían sentido una calidez tan impregnada en su pecho.

Las cosas entre ellos al principio resultaban a veces algo extrañas. Tenían nuevas vidas, nuevas responsabilidades, horarios distintos... Poco a poco empezaron a amoldarse al contrario, y encontrar un equilibrio en sus vidas. Volkov había dejado el apartamento donde vivía, y desde hacía un tiempo residía junto a Horacio y Charlotte. De esa manera los ingresos de ambas partes se complementaban, y aunque no se pudiera comparar con el ritmo de vida que llevaban anteriormente, era mejor que por separado.

Gracias a eso, y a la insistencia de Volkov, Horacio dejó de trabajar por las noches. No era un horario sano, cada vez se sentía más cansado y desgastado, tanto mental como físicamente. Volkov no soportaba verle tan cansado, ya había pasado por mucho, quería que tuviera la ocasión de llevar una vida más tranquila.

Y así lo hicieron ambos. Convivir juntos no era algo nuevo, pero el hecho de que los dos habían dejado salir sus sentimientos lo hacía todo distinto. Lo llenaba de una magia inexplicable, y aquel apartamento que a Horacio tan poco le gustaba al inicio, ahora podía llamarlo hogar, porque lo compartía con las dos personas que más quería. 

Conforme las manecillas del reloj avanzaban, ambos habían empezado a bajar la guardia. Prefirieron centrarse en vivir la vida que anhelaban y dejar de preocuparse por la posibilidad de ser encontrados. Algo que costó mucho más a Volkov que a Horacio, pero ambos estaban cansados de luchar a contracorriente, de intentar subir la cascada. Simplemente vivirían el día a día, tal como merecían.

Estar juntos les hizo bien, porque era una forma de volver a sentir un equilibrio en sus vidas.

Conforme las horas pasaban al lado de Horacio, Volkov se odió a sí mismo en el pasado por haber reprimido tantos sentimientos. Nunca era el momento, nunca era el lugar, nunca nada iba a favor del ruso, o eso quería creer.

Pero entendió mucho más el miedo que anidaba en él, y que, contradictoriamente, se alimentaba del profundo amor que sentía por el moreno. La tinta con la que su historia había sido escrita era sangre de todos aquellos a quienes amó, el sonido del alcohol caer en el vaso era la melodía que acompañaba sus noches en vela, esperando que este sanara las heridas internas.

Había perdido a Horacio más de una vez. Primero cuando se separaron en la comisaría de Conway, cuando él creía que Horacio había abandonado el cuerpo policial. Se sintió traicionado, y decidió levantar otra muralla de hielo. La siguiente vez fue cuando al despertar del coma no había nadie, las murallas eran insuficientes, y levantó un palacio de cristal. El problema era que, la última vez, no había castillos ni guerreros para protegerle.

Y ahora, se encontraba vulnerable de verdad por primera vez. Por primera vez desde que Aleksandra falleció, se dio la oportunidad de dejar salir su verdadera naturaleza: un hombre dedicado, atento y cariñoso. Y aunque dejarse ser era satisfactorio, se sentía a merced de los lobos hambrientos que parecían merodear siempre, atentos a cualquier fallo para devorarle hasta los huesos, dejando su alma a la deriva en un mar de solitud profunda.

Horacio, sin saberlo, se encargaba de poco a poco hacer desaparecer esas ideas. Las promesas que ambos se hacían, en susurros que se sentían como brisas de primavera, alentaban a ambos a continuar.

Volkov se esforzaba cada día en que el miedo no ganara la batalla, en ayuentar a las bestias que acechaban. Porque si algo sabía, era que no volvería nunca a cómo era antes. Nunca más se permitiría ocultar lo que sentía, por más tiempo que le llevara expresarlo, por más difícil que le costara encontrar los medios. Volkov entendió que vivir a base de mentiras no era vivir, solo era matar el tiempo. Y el tiempo lo había intentado matar a él más de una vez.

When you're gone - VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora