Capítulo XXXI

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Catherine Smith

Bastián y Damián terminaron pasando la noche en mi casa, ninguna de nosotras queríamos dejarlos ir en la condición en la que estaban, ni siquiera sabemos como es que lograron llegar hasta aquí en una pieza en sus motocicletas.

Son las ocho de la mañana y ya estoy despierta, Dios, el día ya es una mierda. 

— ¿Madrugando un sábado? — Escucho la voz de Amanda desde las escaleras. Todos nos habíamos quedado dormidos en la sala de estar, quisimos asegurarnos de que los dos borrachos no se acabaran ahogando con su vomito — ¿Hiciste otra fiesta Catherine Smith? — Dijo Amanda con un tono de regaño combinado con susurro para no despertar a nadie más.

Que considerada, pero a mi hasta me has metido hielos en el sostén para despertarme.

— No hice ninguna fiesta — Le dije — Ayleen, Emma y yo estábamos viendo películas anoche y ellos llegaron. Hey ¿Qué haces tú aquí? ¿No deberías haber llegado de tu guardia hace dos horas apenas?

— Ah... — Comenzó a balbucear ella, pero el sonido de un claxon la interrumpió. Amanda se puso tan pálida como la pared que tenía al lado.

Salté del sofá lo más rápido que pude y fui corriendo a la puerta principal, Amanda había comenzado a perseguirme mientras gritaba que me detuviera.

Abrí la puerta de un tirón y me encontré con la camioneta de Arturo estacionada justo afuera de nuestra casa. Volteo a ver a mi hermana para analizar bien su expresión.

Amanda no fue a hacer guardia, estaría durmiendo si lo hubiera hecho.

Está bajando de su habitación, tiene las mejillas rojas y el cabello desordenado.

Oh no...

Oh si...

Y como si el universo estuviera en contra de mi hermana, un golpe sordo causó que volteara hacia el patio delantero, pero antes de lograr hacerlo, Amanda jaló de mis hombros para que mantuviera mis ojos en ella.

— No mires hacia fuera ¿Qué sentido tiene? —Dijo ella, abrazándome con uno de sus brazos y dirigiéndome hasta la sala de estar — Tus amigos están aquí y tu deberías de cuidar de ellos, además, es una época fría...

— El invierno terminó literalmente la semana pasada — La corté.

— ... no me gustaría que alguno de ellos se enfermara y tener que explicárselo a sus madres — Continuó ella, ignorándome.

Amanda me sentó en el sofá y se encargó de que me quedara quieta en el lugar.

— Amanda, no voy a quedarme aqu... —

— ¡Oh, mira, Emma se despertó! — Dijo ella antes de lanzarle un cojín en la cara a mi amiga, no sirvió de nada, la casa podría caérsele encima a Emma y ella no se daría cuenta. Amanda se dio cuenta de eso y le lanzó un vaso de agua que había en la mesa — ¡DIJE QUE EMMA SE DESPERTÓ!

Emma se levantó de golpe, su cara demostraba miedo puro, como si hubiera tenido una horrible pesadilla, comenzó a tocar su ropa y las sábanas que estuvo usando como cama.

— ¿Me hice pipi? — Me preguntó con su tierna carita y la manera en la que lo dijo hizo que pareciera una niña pequeña.

Okey, eso colmó el vaso. No pude soportar la risa, ni Amanda ni yo pudimos mantener el silencio y estallamos en carcajadas.

— Dios, cállense — Gruñó Bastián, con la cara metida entre las almohadas. Perfecto, el señor odioso se despertó.

— Buenos días, borrachín — Le dije entre risas.

Caminos Cruzados (Saga Pecados)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora