Caigo hacia atrás al percibir los tres dedos amputados escurriendo de sangre fresca que mancha y moja el cartón de la caja.
De nuevo el corazón se me acelera y con la mano temblándome, toco mi pecho para asegurarme que el ritmo cardiaco no aumente.
Debo controlarme.
Me es difícil comprende el cómo llego esto a mí, ¿Cómo saben mi verdadero nombre? No puedo ni siquiera pensar en quien lo envió. Todo es un caos en mi cabeza.
Aina Ivanova murió hace cuatro años, todo mundo se entero de la noticia. La hija de Alessandro dejo de existir, el legado de la mafia rusa se perdió, esa es la historia que todos saben. Pero hay alguien que no creyó en la falsa noticia, y ese alguien me ha enviado esta caja, o es una broma.
No, no puede ser posible...
Con las piernas temblándome, me levanto y me acerco de nuevo a la caja para tomarla y sacarla de casa. Sin poder evitarlo miro de nuevo la caja y me asombro por las joyas que rodean los dedos. Esos anillos recuerdo verlos visto en alguien.
De inmediato el recuerdo golpea en mi cabeza.
El golpeo acelerado de mi corazón lo siento pulsar en mi cabeza, entro en pánico y me es imposible no llorar al suponer de quien son esos dedos. Corriendo voy a mi habitación y agarro mi celular; nerviosa, marco su numero y espero a que me conteste.
Los pitidos aumentan mi nerviosismo al no conseguir que conteste mi llamada. Lo intento cinco veces más y es lo mismo.
—Por favor contéstame —imploro, pero la respuesta es la misma. Nada.
Sin perder tiempo agarro mi celular y salgo corriendo de la casa en busca de mi mejor amiga.
El aire fresco de la tarde golpea mi cuerpo al salir, y sin medir el riesgo en mi salud corro en busca de un transporte que me lleve a su casa, pero no hay nada. Corro hasta llegar a la autopista donde pasan más vehículos.
Los pulmones comienzan a arderme, pero eso no me importa cuando se trata de la vida de Ale. A lo lejos un taxi se acerca a mí, rápidamente lo detengo. El auto se detiene y no dudo en subir; con la respiración acelerada le doy la dirección de Ale, el señor asiente y acelera.
Mientras llego a su casa trato de tranquilizarme y, al recuperar rápidamente mi respiración intento llamarla de nuevo, también llamo a la empresa en donde trabaja.
—Lo siento señorita Beckett, pero la señorita Palmer no se presentó a trabajar el día de hoy.
Es todo lo que dice y le agradezco. Termino la llamada e insisto en llamar a su celular, pero dice los mismo, su teléfono se encuentra apagado.
No pierdo la esperanza de que este en casa viendo películas mientras come golosinas.
—Señorita, llegamos.
La voz del taxista atrae mi atención, de inmediato busco entre mis bolsas del pantalón, y recuerdo que no traje dinero conmigo. El señor se percata de mi búsqueda y entiende que no tengo dinero.
—Lo siento, pero no tengo dinero conmigo, salí de prisa porque estoy en una urgencia.
—Señorita usted debe de pagar por mis servicios.
—Lo sé, pero yo...
No termino de hablar y recuerdo que tengo una pulsera de oro que me regalo Sebastian en mi cumpleaños, sé que vale más que un pasaje de taxi pero en estos momento me urge ir con mi amiga.
Arranco la pulsera de mi muñeca, se la entrego al taxista y el confuso la toma.
—Gracias por sus servicios.
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Falsa Identidad: Amores que hieren (2do libro)
General FictionLa comprensión es el primer paso para la aceptación y sólo aceptando se puede recuperarse. Yo he aceptado mi pasado, soy consciente de lo que fui y lo qué sucedió a pesar del doloroso y fatal destino que pasé. La vida me dio otra oportunidad para am...