CAPÍTULO 15: Toda historia es finita pero inolvidable

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         Llegó el último viernes de noviembre. Los Madrigal llevaban tiempo sin realizar una celebración por obvias razones y toda la comunidad entera respetaba eso. Pero este día era particular. Un día antes del bautismo de la pequeña Martina, Lucas publicaba, a los casi once años de su tierna vida, su primer libro. Dolores lo decidió así en conjunto con Mariano, así ambos hermanos tenían una celebración casi en conjunta.

             Dentro del pueblo, había reacciones de todo tipo. Los más jóvenes quedaban maravillados ante tal historia. Algunos jugaban a ser Bruno y otros Mirabel, otros llamaban a Camilo para interpretar sus partes de ella, otros jugaban a ser el villano como Cornelio. Algunos mayores reaccionaban fríamente ante tal narrativa, pues no aprobaron nunca el amor del que fueron testigos y criticaron de manera fulminante la obra del pequeño Madrigal. Dolores pensaba en todo un sermón de consuelo, pero se sorprendió que su hijo, casi adivinando las reacciones, supiera hacerse valer por sí mismo ante las puntiagudas palabras externas. Otros mayores recordaron con melancolía aquella noche, que no pudieron hacer nada y lo vieron todo, agregando detalles desgarradores y algún que otro comentario que hacían brotar lágrimas de dolor. Además, recordaban a Bruno y a Mirabel casi de la misma manera que el escritorcito calcó en su libro. Lucas realmente estaba maravillado con todas esas reacciones, no media entre mejor o peor, ni positivo ni negativo. Realmente estaba creciendo sano y muy maduro para la edad que tenía, dejando anonadada a toda una familia que aun tenía heridas por sanar.

           Y aunque su libro fue medianamente exitoso, más criticado que alabado, él se mostraba orgulloso de lo que había escrito, y nadie lo bajaba de ese puesto. Abuela Pepa y Abuelo Félix brindaban extasiados el logro que ese niño tendría a tan corta edad. ¡Podría conquistar al mundo de la literatura prontamente, en tanto se lo propusiera a sí mismo! Luisa no paraba de contarles a sus amigas de lo sabio que se convirtió su "primito Luquitas", como lo sabía llamar. Isabela, tal como lo adivinó el escritor, saldría a hablar de ello, de su hermanita, lo mucho que la recuerda en cada flor que crea. Julieta y Agustín se mostraban agradecidos por esta obra, más allá de la desaprobación de aquel desafortunado amor. Antonio aplaudía de pie al pequeño, aunque no recuerda haberle contado tan detallado ciertos eventos. ¿Quién le daría tantos detalles al pequeño gran escritor?

                 Así como el día nació, se iba apagando. Un atardecer se quedó para adornar al Encanto. La vela de los Madrigal brillaba más que nunca y el fuego parecía imposible de apagar, e imposible de fijar la mirada de uno en ella. Desde el balcón de su habitación, veía a la gente celebrar el libro, compartirlo, recitar fragmentos... Camilo tuvo que traer ratas y títeres. Debió pensar rápido en alguna adaptación y en algunas mentiritas para ellos que, siendo niños, eran curiosos en los temas de adultos. Lucas reía como también caía a carcajadas sobre la gente que lo criticaba. Sabía, en el fondo quiénes eran, y cómo retrucarlos si estuvieran frente a ellos: gente solterona y sin nada que hacer. "Al menos" pensaba para sí, "aunque no sea mágico, puedo escribir. Doña Tota no puede levantar un lampazo y Don Felipe es bueno para nada", reía pícaramente en sí.

                Pero su cuerpito percibió una brisa repentina que acarició sus cabellos a cierta dirección. A lo lejos, más allá del Jardín del Encanto, se vio una sombra, pero no como la de su historia, una hambrienta de muerte. Había una persona que no lograba distinguirse entre hombre o mujer. Era demasiado lejos como para descifrarlo. Unos pétalos sobrevolaron por su cabello, pero no lo notó. Y no fue hasta el instante que, ambos, lograron hacer contacto visual. Lucas estiró su cuerpo tanto como su altura y balcón lo permitieron. Aquella sombra seguía al pequeño y parecía que se moviera al ritmo de la brisa y, con dos puntos verdes relucientes color esmeralda, brillando a esa distancia, le susurraba algo. Algo similar como un "Gracias" ...  

Hasta Nuestro Último DíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora