Hace un par de años atrás, una pequeña niña llamada Marjolein, paseaba por los largos y verdosos senderos de la vida; en busca de sueños y aventuras; con pocas responsabilidades en mano, brincaba y cantaba mientras lucia su hermoso vestido amarillo, y con su encanto y entusiasmo lograba cautivar hasta el más ermitaño del lugar, .
Un día, mientras andaba por el sendero habitual, noto la presencia de un ser desconocido; al inicio se dispuso a
dejarlo pasar y seguir con su camino, pero al cruzar por su lado, no pudo evitar mirar lo bonito y brillante que era, así que decidió detenerse para poder observarlo con más detalle; este individuo tenía su total concentración en unos grandes pétalos, a los cuales les daba color y forma, logrando llenar de vida los bordes de la senda; ella maravillada por la habilidad que este presentaba; atravesó la brecha que los separaba para poder conocerlo, siendo este uno más de sus impulsos no predeterminados, se vio obligada a idear una excusa para poder entablar una charla con el, y sin pensarlo mucho dijo con viveza
-¡Hola que tal, mi nombre es Marjolein! -
El chico levanto la mirada, y trás examinarla por unos segundos, le dijo:
- Hola! ¿En que puedo ayudarte? -
- Disculpa que te moleste, pero me gustaría plantar algo por aquí, pero no estoy segura de que planta elegir, ¿Cuál me recomiendas? - Dijo nerviosa.
El chico algo sorprendido y dudando un poco sobre las intenciones de la pequeña, decidió ayudarla; y fue así como después de indagar sobre los intereses de esta, optó por ofrecerle "la divina comedia" una planta algo peculiar, pero prometedora.
Ella al ver la selección de este penso: ~"Que planta tan más rara"~
Más se limitó a aceptarla junto con el manual de instrucciones y dando media vuelta, se dirigió al lugar donde iniciaría su "nuevo proyecto".
Tomó asiento sobre sus piernas, y algo frustrada por la nueva tarea que no deseaba hacer, dio comienzo a la lectora de aquel pequeño panfleto, el cual a pesar de sus intentos, no logro entender, así que después de varios minutos, cerró el Manuel y poniéndose de pie, se disponía para irse, no sin antes dejar una pequeña nota para el chico.
