ELEODORO
La bala no me da a mí.
Nicolás me hace a un lado y caigo al sofá. Al levantarme, veo la sangre sobre él y me aterro. Me aferro a una minúscula posibilidad y me quitó la sudadera para detener la sangre que brota de su pecho. No ha muerto, me mira y busca mi mano con la suya. No tiene oportunidad de decir nada, pero lo intenta y en un susurro mudo lo hace.
«Te amo».
Y se va. Solo así, se va para siempre. Me inclino para darle un beso esperando que aún pueda sentirlo. Sé que no, pero imaginar que sí, me da consuelo.
Me tiro a
su lado y lo atraigo hacia mí para abrazarlo por última vez.Pensar que estaba a punto de morir, que posiblemente esto lo librará de una horrible agonía, no alcanza para sentirme mejor. O que eso a Huerta no le importaba y de todas formas vino por él para detenerlo. Pero ese es su trabajo y debía hacerlo.
Ya no tienes ese problema mi amor. Ya no tienes ninguno. Tus hermosos rizos perfectos se mojan con mis lágrimas, pero no puedo dejar de llorar.
El fantasma de Davina está frente a mí. Perdóname. Yo también te hice daño y él te hizo daño por mi culpa ¡Perdóname!
Ahora ella no me mira con rencor, ni me amenaza. Solo se va en silencio.
HUERTA
Así qué lo hizo, señor Mendívil, logró escapar de nuevo.
Me pesa tanto ver a Ele así... No debería.
—Llora si quieres, Huertita —susurra Trejo en mi oído.
—No digas tonterías. Ningún lazo me unía con Mendívil, ¿Por qué iba a hacerlo?
—Tal vez con el muertito no, pero si con su viudo. Consuélalo, ándale, te doy permiso, no le diré a nadie.
—Trejo...
—Bueno, si no lo haces tú, lo haré yo.
—Llegaron los forenses.
Contrario a lo que creí, no fue difícil alejarlo del cuerpo para que se lo llevaran. Luego él se quedó ahí sentado, como esperando algo, pero completamente ausente.
Su ropa está manchada de la sangre de Mendívil y pasa la mano por encima una y otra vez, como acariciándolo a él. Esto está siendo muy conmovedor y prefiero salir para llamar al gatito antes de echarme a llorar a su lado.
Trejo se acerca a Sánchez para decirle que debemos dejar a los forenses terminar su trabajo. Le ofrece buscar a su gato él mismo. Eso sí es novedad. Nunca pensé vivir para escuchar eso de mi políticamente incorrecto compañero. Lo voy a extrañar mucho.
Ojalá el sistema no lo obligue a corromperse tan pronto y conserve siempre su humanidad y su sentido del deber.
ELEODOROCinco años después.
Después de cinco años he vuelto. No pude antes, no me atrevía. Ahora, frente a la fachada de la librería, siento de nuevo esa opresión en el pecho. Sigue igual, incluso del mismo color. Jorge ha hecho un gran trabajo aquí.
Dejé las cenizas de Nicolás en el mausoleo de su familia en Guadalajara. Ahí se quiso quedar y lo entiendo. Pero esos son únicamente los restos de su cuerpo, porque en realidad, siempre está conmigo, al igual que mi Allan, que enfermó hace un año y no pudieron hacer nada por él. Haber insistido en conservarlo habría significado verlo padecer y no podía hacerle eso a mi bendición. A ninguno de los dos.
Ahora estoy solo. Aunque no por falta de pretendientes, el éxito atrae a la gente, no siempre a la correcta, pero es un gran afrodisíaco. Sin embargo, he decidido no amar a nadie ya.
No soportaré más perdidas.
No me decido a entrar, Jorge nunca me ha soportado, lo sé, pero necesito hacerlo.
—¿Eleodoro, eres tú?
A pesar de los años, escuchar mi nombre completo sigue teniendo el mismo efecto. Pero así me llamo y ni modo.
—Hola, Jorge —lo saludo ofreciéndole mi mano, pero me sorprende con un abrazo.
—¿Cómo has estado? ¿Quieres entrar?
—Sí, claro.
—Ven, para que veas.
Entro, pero todo sigue exactamente igual que la última vez que estuve aquí.
—Está... —recorro el lugar con la vista.
—Todo cómo lo dejo, lo sé —dice orgulloso—. No quise cambiar nada. Sabía que volverías un día y quería que la encontraras así, cómo cuando te fuiste.
Silenciosas lágrimas comienzan a rodar por mi cara. Jorge me toma sorpresivamente de la muñeca y me conduce hasta «nuestro lugar secreto».
—No, no... —me resisto, pero él casi me arroja adentro cuando abre la puerta.
Los dos sofás de cuero color chocolate y la mesita de té al centro siguen ahí. Incluso las dos tazas y la tetera. Casi puedo verlo sentando en su lugar, bebiendo de su taza ceremonialmente. Y a mí a su lado, observando su hermoso y perfecto perfil.
No sé si agradecerle o reclamarle por este viaje tan bello cómo doloroso.
—Sé que antes no fui amable contigo, porque me moría de celos. Yo también lo amaba, pero te eligió a ti. Tan te eligió, que abrió este lugar para atraerte. Porque ¿Sí sabes quién era, verdad?
—Mi jefe —sonreí a medias al recordar lo que le dije acerca de mi sueldo.
—¿En verdad no lo sabías?
Me seco las lágrimas con los dedos y respondo.
—¿Sabes cuándo lo supe? Cuándo Andrés me lo dijo y tuvo la misma reacción. Nicolás me dijo que tenía esta librería, qué tú y él eran socios. Yo no tenía por qué dudar de su palabra.
La campana de la entrada suena y en un impulso salgo del cuarto. Tengo tantas ganas de que sea él... Aunque la lógica me grite que es imposible. Cinco años no han sido suficientes para resignarme. Tal vez nunca lo haga.
—Señor Sánchez...
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ELE (Versión Extendida)
Romantizm(Ele, versión extendida). Un escritor inicia una relación clandestina con la esposa de su peor enemigo, mientras al mismo tiempo, descubre que siente algo más que una entrañable amistad por su amigo Nicolás. Lee este drama con toques finos de humor...