~14~

17K 1K 102
                                    

Thaile.

—¡Quiero que me averigües quién carajo puso la maldita cámara y el micrófono en mi despacho! —ordena el secretario, su voz llena de furia, mientras yo siento que me falta el aire.

Van a descubrir que estoy viva.

—Ya estoy en ello con la servidumbre, hermano —responde el hermano, con una actitud tan urgente que se apresura a salir del estudio.

—¡Y que borren ese video de todo el Internet! —continúa demandando —¡Pero ya!

El hermano del secretario sale trotando mientras los gorilas de seguridad siguen inspeccionando el despacho en busca de más dispositivos.

Tranquila, T. Dudo que se preocupen por la vida de un político estúpido.

Trato de recomponerme mientras Blanca me soba los hombros, y estoy tan desconcertada que me resulta imposible rechazar su contacto.

—Lo siento tanto, Lena —se lamenta Marc, con un tono de preocupación genuina.

—¡Esto es inconcebible! —reprocha Blanca, su rostro mostrando indignación—. ¿Cómo se les ocurre exponer su intimidad así?

Si supiera que eso es lo de menos comparado con mis verdaderos problemas.

—Créeme que jamás me imaginé que iba a ser espiado en mi propia casa —responde Marc, su tono avergonzado reflejando el desconcierto.

—Tranquila, cariño, ustedes no hicieron nada que otra pareja no haya hecho —me consuela Blanca, pero agito la cabeza, despertando de mi aturdimiento y dándome cuenta de que no soy la única que ha estado espiando.

¡Sea quien sea que hizo esto, lo voy a matar!

—No tienes nada de qué preocuparte —intenta reconfortarme Marc, pero solo aviva mi furia.

—¿¡Qué no tengo nada de qué preocuparme!? —estallo contra él—. ¡Hay un maldito video de nosotros teniendo sexo en Internet y en todos los noticieros nacionales!

—Lo sé, pero...

—¿Sabes qué? Ahora veo que Charlotte hizo bien en despedirme —sigo, dejándolo con el ceño fruncido—. No creo poder lidiar contigo —mi mirada se dirige a la mujer que me dio la vida—. Ni contigo.

Con la tensión a tope y la paranoia consumiéndome, salgo de allí sin mirar atrás. Solo quiero refugiarme en mi apartamento y tratar de lidiar con este horrible día que parece no tener fin. Pero al salir, me encuentro con una avalancha de reporteros y paparazzi bloqueando la entrada de la mansión.

—¡Díganos quién es! —prácticamente emboscan mi ventanilla con micrófonos—. ¿Desde cuándo están saliendo con el secretario Turner?

Los ecos de sus preguntas ensordecen y me aturden, pero logro avanzar ignorándolos. Finalmente llego a mi departamento, donde empiezo a dar vueltas como un león enjaulado, con un cigarrillo en la mano. Mi mente sigue en ebullición hasta que reacciono y decido entrar a la dark web para contactar al cliente que había pedido la cabeza de Marc.

[¿Fuiste tú quien publicó el maldito video?]

Tarda un momento en responder.

[Sí. ¿Algún problema?]

Reprimo las ganas de reclamarle, sabiendo que no puedo exponer mi identidad. Asumo mi parte de responsabilidad porque nunca debí permitir que algo así sucediera en su despacho.

[No.]

Llevo casi 10 años haciéndome pasar por muerta para que esos malditos me dejen en paz. Es ridículo que ahora me haya expuesto por un calentón con Marc.

Tras de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora