Mari me espera a un lado de su moto. Sonríe y quiero ir corriendo.
—Muy guapa. —Le sonrío y ella niega con la cabeza. Se coloca el casco y se sube, me tiende la mano yo subo también. Vamos a ir a casa de uno de sus amigos porque harán pizzas.
No voy a negar que me siento un poco nerviosa, sé que es una estupidez, porque sólo estaremos con su grupo de amigos.
Una vez llegamos, Mari comienza presentarme a sus amigos, todos son simpáticos, un poco sarcástos para mi gusto, pero son buena gente.
—Entonces, ¿están saliendo desde hace poco? —Pregunta uno de los chicos y miro mis manos en espera de la respuesta de Mari.
—No, sólo somos amigas. —Fuma de su cigarrillo y yo le doy un trago a mi vaso. Me remuevo en mi lugar y Mari me mira.
Esperaba que al menos dijese que estábamos en una cita. ¿Ella no lo concidera una cita? Probablemente ella no se sienta de la misma forma en la que yo me siento hacia ella.
Los amigos de Mari se van a la cocina a chequear que las pizzas no se estén quemando y nos dejan solas en la patio.
Mari termina su cigarrillo y luego bota la colilla en el cenicero. Se recuesta de su silla y cruza los brazos en su pecho, dejando ver sus tatuajes bajo la luz de la luna.
—Te ves muy guapa hoy. —Murmura con una sonrisa de lado y mi estómago da un vuelco. No sabe lo nerviosa que me pone cada vez que dice cosas así.
—Gracias. —Balbuceo y ella ríe. —Tú siempre estás muy guapa. —Digo y ella ríe de nuevo. Siempre se ríe de mí. Hace poco dijo que yo soy muy espontánea y que eso le parece adorable.
—Es que yo soy la más guapa de todas. —Me sonríe con arrogancia. Quisiera poder contradecirla y decir que su ego es más grande que una iglesia, pero estaría mintiendo y en el fondo también me gusta que sea así.
—Y no se niega. —Susurro, ella se levanta y se detiene frente a mi silla, alzo la mirada para poder verla bien.
—Eres adorable. —Me guiña un ojo y mi cerebro se va de vacaciones, dejándome con cara de tonta frente a ella.