Reina
¿Que hice?
Luego de tener que ir de aquí y allá para recibir mis clases, por fin llega mi hora favorita: almuerzo. Por suerte no crucé mirada con los trillizos del infierno. No quiero ningún tipo de enfrentamientos con esos psicópatas. Mi paz no está en juego y sé que si me acerco a uno de ellos algo malo pasaría.
El año pasado colgaron de los pantaloncillos a un nuevo ingresado de un árbol y quemaron todas sus pertenencias solo porque el indefenso chico miró de más a Mía. El más vengativo fue Héctor. No es un secreto para nadie que esos dos siempre se han traído algo.
Dejando los pensamientos desagradables de lado, como de costumbre me siento en la mesa más alejada y saco el almuerzo que Bertha me prepara en casa. No me interesa comer la comida de estos pijos, además nunca será tan buena como la de mi Nana. También traje un libro para matar el tiempo y abandonar esta realidad llena de farsantes aburridos.
Es una costumbre que adquirí, me refiero a leer, en la cuarentena. Mi teléfono me fue quitado por mi maravillosa educación de no quedarme callada cuando se debe y tuve que entretenerme con algo. Ahora no puedo dejar de leer estos libros tan adictivos. A veces lo hago en papel o simplemente directamente de Wattpad. Depende mi estado ánimo. Aunque la experiencia de leer en papel nunca será como la digital.
—¿Y cómo está llendo tu día?—pregunta la pequeña de los Winston sentándose en mi mesa.
Cierro los ojos y abandono mi delicioso pudín.
—Muy bien hasta que tú llegaste.
Ríe como si le hubiera dicho el mejor de los chistes y comienza a devorar sus papas fritas.
—Eres una chistosa a pesar de ser muy poco amable, amiga—recalca la última palabra para molestarme.
—Gracias, es por parte de mi familia que tanto adora a la tuya—sorbo mi leche de chocolate.
Suspira y deja de comer sus papas por un momento.
—¿Ya te he dicho que nadie te juzgará si abandonas este papel de perra?—inquiere.
—Mmm, déjame pensarlo—palmeo el dedo índice en mi barbilla fingiendo que estoy considerándolo—¡Oh, sí lo has hecho! La cosa es que no me importa.
Rueda los ojos como de costumbre y sigue devorando su comida. Mi intento de seguir con la lectura se ve frustrado ya que no puedo concentrarme con ella mirándome fijamente.
—¿Puedes mirar para otro lado o mi belleza no te lo permite?—inquiero de mala gana.
Sonríe malévola pero ésta se tambalea cuando su mirada se desvía a la entrada del patio. Suspiro con pesadez intuyendo lo que se viene. Todos guardan silencio cuando los trillizos del infierno hacen su entrada. Para mi mala suerte quedo justamente frente a ellos y puedo ver todo el egocentrismo que se cargan.
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Destructive Love ©
Ficção Adolescente[PRIMER LIBRO DE LA TRILOGÍA «DESTRUCTIVE»] Esa mañana llamé la atención de quien no debía. Yo no lo busqué. Era lo que siempre evitaba. Pero en el momento en el que me di cuenta de que me tenía en sus manos, ya era demasiado tarde. Marcus Winston...