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Dicen por ahí que el miedo nos hace humanos. Que si sentimos, entonces estamos vivos. ¿Pero qué sucede cuando esas emociones sobrepasan lo que es sano y vital?

Han Jisung ha sentido en exceso desde que tiene uso de la memoria. Desde que es un niño, sobrepiensa cada y una de sus acciones, analiza detalladamente hasta lo que no debería, ni siquiera es capaz de hablar sin imaginar que va a decir algo erróneo y todo se irá a la basura. Su psiquiatra solía decirle que no es sano y mucho menos debería tenerlo tan normalizado, sin embargo, sucedía de igual manera.

Especialmente cuando dejó de medicarse.

Fue un largo camino que recorrer y en ese mismo instante siente que va a enloquecer. Le sudan las manos, su cabeza duele y está seguro de que hay un suave pitido resonando en su cabeza hace varios minutos.

Sujetó la sudadera de Minho como si así pudiese librarse de la carga que tenía encima, pero sabía que no podría hacerlo tan fácilmente. No es lo mismo que visitar a su padre, quién creyó que lo ignoraba de puro gusto, a estar frente a ese infierno. Tenía miedo, no estaba únicamente nervioso. Sus piernas temblaban del terror y los recuerdos que le azotaban la memoria comenzaban a arder.

─No voy a dejar que te haga algo ─Minho susurró cerca de su oído. Debió ser suficiente, pero ni así lograba detener el desenfrenado y peligroso latir de su corazón.

Asintió con su cabeza, no muy seguro de lo que hacía.

Tocó el timbre de aquella casa y esperó con una gota de sudor corriendo por su frente.

─¡Jisung, mi vida! ─su madre salió disparada de la casa como si la estuviesen atando a ese sombrío lugar. Rápidamente atrapó las mejillas de su hijo entre sus manos pequeñas y delgadas y le dio un ligero apretón─. ¿Dónde te habías metido, cielito?

Se sintió bien, fue cálido. Sin embargo, poco duró la felicidad en el rostro de su madre, pues ésta se fue borrando poco a poco en cuánto vio a Minho de pie detrás de Jisung.

Sucedió casi lo mismo en él, pues todo a su alrededor se volvió rojo al cruzar miradas con el hombre junto a su madre.

Que curioso era todo, ninguno de los dos pudo sentirse conforme con la pareja del otro. Su madre mencionó una vez que Minho parecía tener dobles intenciones con él, que quizás ni siquiera era la persona que decía ser y Jisung nunca pensó que podría reír hasta que le doliese el estómago y comenzara a llorar. Aunque si es cierto que Jisung priorizó la felicidad de su madre, e incluso si el idiota lo estaba golpeando hasta morir, nunca quiso acabar con ella.

Ella ni siquiera se dio el tiempo de conocer a Minho cuando aún estaban juntos. No le importó su felicidad, pues con tener la propia parecía ser más que suficiente.

─Señora ─Minho asintió en dirección de la mujer como un saludo sutil.

─Hola... ─murmuró, aún bastante extrañada con la situación, quitando las manos del rostro de Jisung muy lentamente.

─Lee Minho ─la voz del hombre que creó un tormento en Han Jisung interrumpió el repentino silencio─, que gusto volver a verte por estos lados.

Minho sabía que aquello no era más que una vil mentira, pero se mantenía un poco ajeno a algo en su tono que Jisung reconoció de inmediato. Lo estaba amenazando, era una amenaza indirecta. Sin necesidad de usar otras palabras, sin cambiar su postura o algo que se viese a simple vista. Solo unas cuerdas vocales que se escucharon un poco más oscuras, gastadas, peligrosas... Jisung sabía lo que iba a suceder luego.

Había pasado tantas veces antes.

Le extendió la mano y Minho se la estrechó, acompañando el saludo con una sonrisa tan bien actuada que merecía un premio por ello. Lo cierto es que, en su interior, lo único y lo que más deseaba en el maldito mundo era quebrarle la mano.

Stray BabiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora