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Decir que el señor Smith estaba teniendo problemas era quedarse corto, había salido hacia poco más de una semana la noticia de la muerte de su esposa y de su hijo; Alexander había bajado a los calabozos a burlarse de él sin contemplación alguna. Todo el mundo mágico lo odiaba por lo ocurrido, tanto que habían pedido su cabeza; los aurores habían registrado su hogar sin descanso, y habían intentado buscar pruebas, pero de nada valía, Rexanne era muy buena en lo que hacía.

Zacharias se había quedado en el ministerio mientras desalojaban su hogar, él realmente pensaba que su padre había matado a su madre y hermano, y lo peor que supuestamente él había ayudado, claro que lo último no lo había dicho.

Boris había entablado una amistad con Damián, ambos eran iguales de sádicos y malvados, siempre estaban juntos pero lo que realmente sorprendió a la familia fue cuando el pequeño dijo que Boris sería su esposo y dominarían el mundo. Realmente a la familia Avery no podía importarle menos la sexualidad de cada miembro, lo único que jamás podrían perdonar es familiarizaran con muggles; se podría decir que los traidores no recibían el mismo trato del todo, aunque uno parecido, a excepción de Sirius, por lo menos de parte de Alexander y Yulianna.

Rexanne se levantó y lo primero que vio fue la espalda repleta de cicatrices de Tom, con la yema de sus dedos las recorrió en su totalidad, para ella, no había obra de arte más bonita que los recuerdos implantados en la piel, y tanto Tom como Mattheo tenían muchos.

—Buenos días— murmuró el pelinegro con la voz adormilada y ronca.

Se giro clavando sus ojos en los de Rexanne, por mucho que lo intentase jamás había visto algún sentimiento en ellos, y era algo que lo fastidiaba un poco, no podía leerla; los ojos son el espejo del alma, pero Rexanne carecía de esta.

—Puedes seguir durmiendo— dijo Rexanne levantándose —Yo tengo que hacer unas cuantas cosas.

Tom la ignoro y se levantó poniéndose frente a ella, la agarro de las caderas con una sola mano y con la otra le agarro el rostro, dejando que su dedo pulgar se deslizara lentamente por su pómulo. Ella cerró los ojos anestesiada por el contacto de su joven amante, cuanto lo había echado de menos, pero jamás lo diría en alto, porque eso sería admitir que una parte de ella le tiene cariño y que, si muriera, una parte de ella se iría con él.

Tom dejo un beso sobre los labios de Rexanne, un beso que jamás se habían dado, uno con emociones.

—Te acompañaré.

Ella asintió y comenzó a vestirse mientras Tom hacia lo mismo, se asomó al balcón de su alcoba y se encendió un cigarrillo, de color negro en su totalidad. Tom se colocó tras ella sujetándola por las caderas y ambos miraron el amanecer sin saber, que esa clama no iba a durar mucho.

—A veces pienso que puedes hacerme sentir—confesó ella dándose la vuelta y tocando el rostro de Tom —Pero luego cuando miro esos preciosos ojos color esmerarla se me pasa, porque no eres más que un monstro sin corazón.

—Cariño, el único monstro sin corazón aquí, eres tú.

Ella lo abofeteo de manera suave haciendo que Tom riera roncamente.

Salieron de la habitación, Mattheo, por suerte o por desgracia lo hizo a la vez y se fijó en la pareja que cuchicheaba a lo largo del pastillo. Los celos surgieron sin control alguno, pero nadie podía culparlo.

Rexanne, al notar la presencia de su otro amante, lo miro con media sonrisa, una realmente encantadora haciendo que el pasillo ya no existiera, o al menos para Mattheo, la observo acercarse como un león a su presa, tan sofisticada y elegante, tan letal y dañina, Rexanne era veneno, un veneno que Mattheo probaría sin dudarlo.

PsychopathDonde viven las historias. Descúbrelo ahora