8. Dos voces.

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- Octavia, puedes venir por favor.

De alguna forma extraña siempre parecía oír mi voz cuando la llamaba, nunca estaba lo suficientemente lejos.
Casi de manera inmediata logro oír sus pasos repiqueteando mientras se acerca desde algún lugar del castillo.

En contados minutos aparece por el umbral de la puerta.
Me permito observarla por un breve instante y apreciar como el paso del tiempo ha dejado su huella en ella.

La mujer vulnerable de cabello platino que se encuentra frente a mi, en otro tiempo una fuerte mujer de cabello castaño perfectamente peinado en un ajustado moño por encima de la cabeza, sus gafas por otra parte, siempre habían sido las mismas, no habían cambiado para nada. Chistosas y redondas.

- ¿Me llamaste, Domi? - pregunta sonriendo dulce.

Para Octavia Ferguson parecían no existir los días malos, el castillo podría estar cayéndose a pedazos, pero, siempre estaba deslumbrando a todos con su sonrisa maternal. Su buen humor junto con su positivismo eran cualidades que admiraba profundamente de su persona.
Mi "Tavia" era por lejos, una de las mujeres a quien más admiraba en el silencio de mi corazón, sus dulces manos me habían curado incontables veces las heridas y sus labios besado de manera cariñosa mis raspones.

- Sí, Tavia - le dedico una sonrisa mientras observo los papeles esparcidos sobre mi escritorio.

La noche de la "Gran Fiesta de Moondlitch" no pensaba en nada más que en escapar del barullo, aunque, por primera vez durante toda mi vida había asistido a un baile y no una reunión con mi padre, el tema de aquella celebración nunca había sido de mi agrado. Conseguir esposa tampoco lo era.

- Nada más quería saber en qué situación se encuentra Cecily - jalo de mi cabello como si eso pudiera acomodar la marea de pensamientos que me abrumaban.

- Realmente te mentiría si te dijera que se encuentra bien Domi - comenta preocupada, se acerca al escritorio en donde sacude algunos de los polvorientos libros que había traído de la biblioteca - Le he llevado las tres comidas durante tres días, no ha probado ni un solo bocado, incluso continúa con el vestido de la fiesta puesto.

- ¿Has hablado con ella?

- Aún no.

Suspiro sin saber exactamente qué decirle a Tavia.

Cecily Miller era de ahora en más enteramente mi responsabilidad.
Y en realidad, ¿cómo es que un simple chiquillo como yo podria hacerse cargo de una mujer?
Admiraba a mi padre, que lo había hecho, porque yo realmente no sabía que hacer y menos aún qué dirección tomar.

Si Cecily se negaba a comer, lo más probable es que terminara muriendo de hambre, aunque, nadie le negaba comida, era ella la que se rehusaba a comer bocado alguno, lo cual resultaba sumamente preocupante.
Y además de todo eso, mientras más débil estuviera, la boda sería retrasada por aún más tiempo, lo cual no era algo en absoluto malo, sino más bien, un regalo del cielo para mi, pero, seguía siendo mal visto.

La presencia de una mujer en mi vida resultaba inquietante, ella en particular era un espécimen de lo más extraño, por supuesto que había vivido toda mi vida entre mujeres, pero, Cecily Miller parecía tener una afición especial hacia observarme como si quisiera aplastarme la mayor parte del tiempo, lo cual era en verdad una lástima dado el bello color de sus ojos verdes.

- Desearía que hables con ella Tavia, de hecho, te lo agradecería.

- Lo haré, solo no he encontrado el momento indicado - comenta acomodando sus gafas por encima del puente de su nariz.

MoondlitchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora