Fuego, agua, tierra, aire... y luz. Elementos débiles y vanos. Donde no hay agua o tierra o fuego, puede haber todo lo demás, pero cuando desaparece la luz, la poderosa y abominable oscuridad lo impregna todo, corrompiendo mentes, destruyendo esperanzas. Ahora lo único que amaba era la oscuridad. Me había liberado de un letargo que aparentaba ser eterno y ya podía cumplir la promesa que había hecho. Solamente el hecho de pensar en lo satisfactorio que me iba a resultar empalar a tantos dioses dibujaba una sonrisa en mi grisáceo y agrietado rostro.
Nadé incansablemente hasta llegar a una isla más o menos pequeña y pisé tierra firme por primera vez en mucho tiempo, sintiendo la arena blanca de una playa paradisiaca. La gente me miraba extrañada y atemorizada. Suponía que no era normal ver a un tipo con la piel así, saliendo del agua con solo unos harapos de color negro que le cubrían el cuerpo y la cabeza. Me acerqué a un hombre que estaba mirándome, pregunté en qué año estábamos y me quedé atónito con su respuesta. No unos cientos o miles de años. Había estado nada más que ocho puñeteros años encerrado. ¿Qué diantres había pasado con el hechizo?
Seguí caminando por la isla y vi un cartel que decía el nombre de esta: Guam. Estaba realmente lejos de mi objetivo y sabía que necesitaba un poco de tiempo para preparar la hecatombe. Debía buscar armamento y equipación porque, aunque es divertido utilizar tus propias manos para atacar y matar a tus víctimas, yo prefería tener un abanico un poco más extenso de posibilidades. Me cuestioné cuáles armas podrían ser las ideales y justo en ese momento me acordé de mi época como espartano. Yo fui el único de los 300 guerreros espartanos en la batalla de las Termópilas que sobrevivió. Los dioses olímpicos los ignoraban mientras morían y eso me hizo reflexionar. Una idea... Una imagen se plasmó en mi mente. Yo mismo llevando una armadura gris y negra con coraza, falda y casco espartano. Y como armas, una lanza y escudo, también espartanos. Estaba convencido de que llevar la armadura de uno de los más brutales ejércitos que ha pisado la tierra podía hacer justicia a mi inmenso poder, rabia y rencor.
El problema radicaba en que necesitaba un herrero virtuoso que además dominara la magia, algo casi imposible de encontrar en el mundo moderno. Comenzó a oscurecer y me quedé sentado en la arena de una playa solitaria, viendo la puesta de un cansado pero intenso sol. Me concentré únicamente en mis pensamientos, hasta que una figura indefinida se manifestó en la oscuridad que invadía el espacio entre yo y el mar. Me levanté lentamente, apretando los puños y los dientes. Mientras yo me preparaba para el más brutal ataque, la figura se acercó a mí caminando, sin prisa pero sin pausa. Por esa razón, decidí ser yo el primero en hablar.
-¿Quién eres?
-Un espejo. Un simple, pero sincero espejo.
Pude distinguir que era una voz de mujer, y cuando se acercó un poco más, pude ver su cara. Sus ojos eran abismos violetas en los cuales se sumía mi curiosidad, su cabello era como una cascada negra como el carbón y su pálida piel tenía un inquietante parecido a la superficie lunar. Llevaba un vestido negro con detalles morados y un brazalete de plata con gemas negras incrustadas. Tenía su vista clavada en mi rostro, tapado por tiras de tela negra y simplemente se quedó quieta muy cerca de mí.
-Respóndeme a la pregunta. No la voy a repetir.
-Si se acaba el misterio ahora, ya no me prestarás atención y te dirigirás a cumplir tu venganza de forma ruda, ciega y terca.
De la rabia que me dio su insolente comentario, la agarré del cuello con mi agrietada mano.
-Así no solucionarás nada, Drew. ¿O debería llamarte Marduk? ¿Proclo? ¿Tal vez Domnino? ¿O simplemente Dominus, el Mermado?- dijo la mujer serenamente.
-Si sabes quién soy, deberías saber que le ocurre a quienes no se someten a mi voluntad.
-¿Acaso que tienes idea de como utilizar el miedo a tu favor? Si te interesa puedo enseñarte, cariño.
-He sido, soy y seré el ser más temido por los dioses... No tengo que aprender nada del miedo ya.
-Te equívocas. El más odiado, sí, pero no el más temido. Ese puesto está ocupado por mi misma. ¿Que quién soy yo? Soy la diosa primordial de la noche. Soy Nix...
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Atlante
AdventureNarcisa, de sangre divina y raíces atlantes, disfruta de su maravillosa vida en el mundo humano, hasta que el destino de la Atlántida, se ve amenazado por un matadioses. Un ser inmortal llamado Dominus, el Mermado, que no desistirá en su deseo de de...